Barro y lodo en sus pies

Espero desde lo más profundo de mi ser que la sensatez impere por una vez en este mundo

Lo peor de todo es que muchos estarían dispuestos a repetir los fantasmas del pasado. Somos unos especialistas en ponernos de perfil, en andarnos por las ramas, en hacer la vista gorda. En definitiva, en no afrontar la realidad y huir de ella. En Suecia una vez al mes suenan las sirenas de alarma de la Segunda Guerra Mundial. Las mismas que alertaban a la población de los bombardeos nazis. Los mismos altavoces que pertenecen incólumes e impertérritos a pesar del paso del tiempo. Los mismos aparatos y procedimientos que asisten en silencio a la custodia de la historia de un joven país que no está dispuesto a reproducir. En mi opinión, me parece un homenaje de justicia a la Historia. Es un respeto los muertos, a las injusticas y al holocausto. Al fin y al cabo, es una muestra de respeto a ellos mismos, sabedores que no pueden volver a cometer el mismo error. Que deben de permanecer vigilantes, para que no se les cuele ningún visionario o que simplemente no vuelvan a atentar contra una sociedad o sistema que, con sus defectos o aciertos, han construido a lo largo del tiempo. Protegen en definitiva el legado de sus padres, de sus abuelos. Que no es otro que la democracia. Ese designio que el propio pueblo ha aceptado como herramienta de diálogo y entendimiento. Evidentemente, no me corresponde decirlo ni proponerlo. No tengo las herramientas, ni tampoco los medios. Tampoco los quiero. No es mi fin, ni tampoco es para lo que me he formado como ser humano. Pero de lo que sí estoy seguro es que tengo la obligación de ejercer mi derecho a la democracia. Esa casa humilde que ha costado tanto construir y que sin embargo es tan fácil de derribar. Y así es como se levantan los cimientos del ser humano. Metal entre las mandíbulas, barro y lodo son sus pies. No sé a dónde iremos en esta deriva de la sin razón del ser. El final del camino no es halagüeño. Se anuncian tormentas por el Levante y no es la lluvia quien cae, ni tampoco serán mis párpados sobre tus labios. Espero desde lo más profundo de mi ser que la sensatez impere por una vez en este mundo. Que los malos, no sean tan malos. Que los niños dejen de ser escudos humanos para detener la frustración de unos pocos y las imposibilidades de otros muchos. Que este mundo tiene fecha de caducidad y que ni usted, ni yo, mi querido lector vamos a tener la oportunidad de verlo.

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