La esfera

Ignacio Ortega

Bienvenido al casco ambiguo

ALMERÍA ya tiene un Plan Urban para revitalizar con un trocito de ese Plan el centro histórico de la capital. Deseable sería, en efecto, un impulso al rebenque que ha resistido el tiempo y a la seducción del turismo, a la espera de un merecido tratamiento a tanta ambigüedad.

Un casco antiguo que nada tenga que ver con el ritmo seco, sincopado, de la ciudad moderna que da cuenta a quienes nos visitan de una Almería de altos bloques de ladrillo iguales, calles iguales que suben y bajan hacia el abismo del mar sin un solo rincón que mereciese tener nombre. Y me asalta la duda si este ayuntamiento será capaz de recuperar el pulso de un casco antiguo para dejar de ser un casco ambiguo.

El centro histórico es todavía para sus moradores un paisaje mental y sentimental, pintado con los colores de la ternura y la nostalgia, un paisaje entrañable en consonancia con sus estados de ánimo. Y quiere seguir siendo el retrato de ese trozo entrañable de ciudad, portador de valores sociales y urbanos que dejan al descubierto retazos de su historia pasada, en vez de esa visión urbana desesperante de catenarias y cascotes en sus calles. Es difícil definir la belleza del centro histórico de Almería, es difícil y requiere un gran esfuerzo de distanciamiento. Para entenderlo hay que empaparse de él, vivirlo y ser partícipe de sus mensajes mudos; mirar los quiebros de sus calles y sentirse observado por esas miradas eternas de su vecinos que vigilan lo intrascendente. De vez en cuando callejeo al estilo del "flaneur" de Baudelaire.

Es mi actividad favorita, con paradas en alguna esquina o algún bar en las que me impregno de los olores, de los ruidos, de los ambientes, de su atmósfera, lejos del ensanche almeriense de hormigón, asfalto y tráfico.

El casco antiguo, la ruta del desencanto para turistas y vecinos, ve desfilar cotidianamente por sus calles gentes, visitantes con mirada brillante y altiva. El sentido de ruta del desencanto es la del viajero que va de lo rutinario de su vida a buscar, a mirar, a encontrarse con el tiempo para retornar después a donde partió con una sensación de desaliento, con la impresión de no encontrar lo que quería.

Eso no es lo que quieren sus vecinos, ni quieren despertar de repente y descubrir que el centro histórico, el que se lleva en el deseo, no es mas que una realidad mostrenca, una ensoñación más de la picaresca urbanística, de lo legal frente a lo ambiguo. De momento, mientras el Consistorio propicia ese "cambio radical" que quiere dar al casco antiguo prometido por su alcalde, bienvenidos al Casco Ambiguo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios