BUENOS días, buenas tardes o buenas noches estimado lector. Superadas con solvencia las cuestiones organizativas, no se alcanzó el mismo nivel en el aspecto deportivo puesto que toda la historia de la burbuja y problemas subsiguientes, obstaculizaron, de forma notable, la preparación y el ritmo de los entrenamientos. Además, la ventaja del factor campo quedó, en buena medida, anulada, ya que, al igual que los demás equipos, sólo pudimos entrenar en la pista de juego dos días antes del comienzo de la competición. Aunque la plantilla que componíamos Luis Campos, Paco Ferrer, Ernesto, Fernando Valls, José Pedro Céspedes, Enrique Magaña, Capi, Manuel Urquiza, Juan Manuel Ramón, Manolo Rubio, Zapata y yo era un muy buen equipo, quedó apuntalada con el refuerzo de Corbera, un base del Estudiantes de mucha calidad.

Pero la derrota frente a Lérida en el partido inicial de la primera fase nos condicionó el resto de la competición, ya que nos llevó a enfrentarnos en los cruces al Círculo Católico de Gracia, el mejor equipo.

A pesar de la ilusión que todos teníamos en el ascenso (no olvidemos que estamos hablando de la categoría equivalente a la LEB Oro actual, es decir, antesala de la máxima categoría) este no se hubiera podido consumar ya que no disponíamos de pabellón cubierto. Lo que sí se consiguió, fue el otro objetivo, el verdadero, el que subyacía en el fondo y por el que se había organizado todo este maremagnun: presionar al máximo para conseguir el mencionado Pabellón y que, con la perspectiva del tiempo y sin lugar a dudas, era el más importante. La enorme repercusión mediática representó el latigazo necesario para que los responsables despertaran de su letargo y, casi de inmediato, dieron comienzo las obras del actual Rafael Florido. El gran problema fue terminarlas.

Hasta la próxima, buenos días, buenas tardes o buenas noches.