República de las Letras

Cataluña es mucho más

La democracia no era esto. La democracia creía en la palabra -no en la fuerza- y en toda la ley

La crisis catalana, en su enorme gravedad, ha puesto en evidencia a muchos todas estas semanas. Era ilusorio creer en la democracia del 78, que hoy entona su canto de cisne con la aplicación del artículo 155 de la Constitución por el gobierno. Un gobierno elegido democráticamente, pero sustentado por un partido acosado por su propia corrupción, significativamente porque muchos de sus miembros nos han estado robando a los españoles en medio de una crisis que nos mandaba al paro, nos quitaba las prestaciones por dependencia, nos congelaba la pensión (ese 0'25 que sube desde hace ya años es, simplemente, un engañabobos) y nos infligía una reforma laboral que daba todo el poder al empresario y ninguna posibilidad de reivindicarse a los trabajadores, reducidos a ser el ejército de mano de obra barata que el capitalismo feroz precisa para su lujosa pervivencia. Mientras su partido recortaba en sanidad, educación y pensiones, los que ahora se llenan la boca con la ley hacían caso omiso de todas ellas cuando defraudaban a Hacienda (la Hacienda del gobierno de su propio partido), enviaban dinero negro al extranjero, creaban empresas fantasma para ocultar dinero, cobraban en sobres, pagaban campañas electorales en B, concedían obra pública a cambio de comisiones o se beneficiaban de privilegios como las puertas giratorias. Ahora, algunos de los que los apoyan con sus votos y otros cuyas actitudes responden a una mentalidad franquista residual (esa sombra de Franco, tan alargada), se han envuelto en la banderita, han desempolvado viejas actitudes fanáticas, agresivas y excluyentes, y han pretendido retener a los catalanes en el seno de España insultándolos, vapuleándolos y ofendiéndolos: ¿cabe algo más irracional? Y por la fuerza, lo que ya es el colmo. La democracia no era esto. La democracia creía en la palabra, no en la fuerza. La democracia cree, en efecto, en la ley, pero en toda la ley y en todas las leyes. Y si una ley se queda anticuada y perjudica a la convivencia debe procederse a su reforma por una mayoría posible, como siempre ha sido en democracia. Hacer que una ley sea irreformable es matarla incluso antes de promulgarla. La democracia no puede limitarse. Sólo los votos limitan. Lo demás es proteger privilegios de una minoría en perjuicio de esa mayoría que hoy, gracias a los medios y a las redes sociales, ya no es silenciosa. Todo eso es Cataluña.

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