Ida y vuelta

Gregorio / Navarro / Deportes@elalmeria.es

Certificación matemática

Cuando topo con esa expresión no dejo de pensar, imbécil ¿no te aburres de aburrir a los demás?

LLEGÓ la primavera y trajo consigo las astenias, las alergias, la sangre alterada, las asfixias clasificatorias para los que a estas alturas aún no han hecho los deberes… Y a los periodistas, esta estación, nos hizo un poco más idiotas, si cabe. No lo cuento con ánimo autoflagelatorio, se trata de aprender a autocriticarse cuando uno se para a repasar como lector lo que escribió como transmisor de palabras. ¿Dónde quedó la originalidad? Cada vez que me topo con la manida expresión 'salvación matemática' no puedo dejar de pensar, imbécil ¿no te aburres de aburrir a los demás? Esto del periodismo deportivo, como el de cualquier otro ámbito -está el político como para hacer literatura-, tiene una serie de rutinas que extenúan a base de repetición. Y mi particular caballo de batalla es la 'certificación matemática'. ¡Santo cielo, si he llegado a pensar que cursé la carrera de la que luego todo el mundo reniega por cobarde huida de los números, las mismas cuentas que ahora me persiguen con esta periodicidad anual!

Nunca congenié bien con Pitágoras pero en la EGB (esa escuela en la que aún se aprendía algo a base de recibir cachetes y de partirle la cara al prójimo porque si no te la partían antes a ti) sí le gané un pulso. Fue en la clase de números primos. Aquello era peor que latín y se me ocurrió preguntarle a don Pedro, que los había anotado todos en la pizarra con infinita paciencia, por qué el 89 no lo era. Tras la mofa de las filas adyacentes, el maestro intentó volver a explicármelo a mí solito con la casualidad de que, en efecto, aquel número sí que se emparentaba con el hijo de su tío. Simplemente, se le había pasado marcarlo, pero yo saboreé mi primera y tal vez única victoria en ese campo. Cuando faltan siete u ocho jornadas para el final de una Liga, los cronistas deportivos de repente nos volvemos obsesos con las matemáticas. Gracias a Dios, este año el Almería ha evitado que recurra al cilicio con su temprana permanencia.

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