COSTUMBRE muy española y por extensión almeriense la de admirar cualquier cosa que pueda venir de fuera mientras no se valora lo que se tiene en casa.

Buen ejemplo el que tuvimos el domingo pasado donde mientras el Almería se jugaba ante poco más de media entrada en el Mediterráneo sus posibilidades de entrar en copa de la Uefa solo unas horas después miles de almerienses se echaban a la calle para festejar el título del Real Madrid.

Cualquier despistado podría haber pensado que el equipo de la capital había logrado algún hito, los claxon y las trompetas atronaban en la Rambla, en las principales calles o en la barriada del Zapillo donde el lanzamiento de petardos se acercaba por momentos a la célebre mascletá ,nada más lejos de la realidad.

Lo único cierto y verdad es que un equipo que se ha gastado algo más de cien millones de euros esta temporada y que no ha podido pasar de los octavos de Copa de Europa y de la Copa del Rey ha ganado la liga más triste de la última década, solo eso, mientras el consejo de administración del Almería sigue rebanándose los sesos para que los asientos azules y vacios no sean los tristes protagonistas cada quince días.

Parece que un año de pleno contacto con la liga de las estrellas no ha sido suficiente para quitarse complejos y que nos costará, al menos hasta que llegue el momento de la madurez deportiva no estaría de más que el Ayuntamiento preocupado con buen tino por la mala imagen, los ruidos y los macrobotellones, controle estas fiestas merengonas y blaugranas atendiendo a que nuestra querida tierra esta a mas de quinientos kilómetros de la Cibeles y de la fuente de Canaletes.