Cuestión de respeto

No se respetan las leyes. No se respetan las instituciones. No se respetan las personas

En los últimos años de docencia siempre empecé mis clases, el primer día del curso, escribiendo en la pizarra, con letras mayúsculas, la palabra RESPETO. En clases de filosofía, cuando se fomenta no solo el diálogo, sino también el debate, era necesario poner en claro que si no se respetaban las personas y las reglas, las clases serían un mundo insoportable. Conseguimos crear ese ambiente de respeto la mayoría de las veces, y era mi propósito que esa misma actitud se mantuviera a lo largo de su vida. Sin respeto no hay convivencia. Sin convivencia no hay democracia. Por eso me resulta muy duro ver este panorama donde hay faltas de respeto sistemáticas, rayanas a veces, no en la descortesía, sino en el rechazo, incluso en el desprecio. Las llevamos viviendo desde hace mucho tiempo, no solo entre personas individuales, sino, lo que es peor, entre grupos con culturas aparentemente diferentes. No demos más vueltas. He oído muchos exabruptos contra y desde los catalanes. Pero lo de los últimos tiempos, sobre todo en Cataluña, enciende todas las alarmas. No se respetan las leyes. No se respetan las instituciones. No se respetan las personas. Y lo más grave de todo es que esas faltas de respeto se hacen en nombre de la democracia. Lo que se ha visto en las actuaciones recientes de Ada Colau o de Roger Torrent va más allá de la simple descortesía (que ya de por sí sería suficientemente grave: no atender a unas personas que acuden a tu espacio); es ignorar, o lo que es peor, dar de lado, a lo que son relaciones institucionales. Pero esa actitud no es más que un reflejo de un ambiente que vi con enorme tristeza cuando un grupo de personas, tomándose unas atribuciones que no les corresponden, arrancaban un cartel denominador de una plaza. El nombre de la plaza, España. Eran observados por un grupo de personas que traslucían en sus rostros una cierta satisfacción. Y no terminó ahí la cosa: uno de ellos pisoteó la placa de mármol tirada en el suelo. ¿Qué hubiera pasado si en cualquiera de nuestras ciudades algún grupo hubiera roto el nombre de la plaza de Cataluña o Barcelona y hubiera pisoteado el rótulo, exigiendo que se borrara el nombra del callejero? ¿Con cuánta fuerza y durante cuánto tiempo se estarían oyendo los lamentos por el desprecio vivido y exigiendo una reparación inmediata? Por lo que se ve, no entienden la exigencia de respeto como una relación recíproca.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios