Resistiendo

Andrés García Ibáñez

Cutrez Profesional

ESTAMOS tan acostumbrados a la chapuza y falta de seriedad de una buena parte de los supuestos profesionales de este pais, que hemos asumido como algo normal la ausencia de calidad en los servicios y trabajos que les encargamos. Hemos acabado por aceptar una situación de mínimos intolerables.

Nunca ha sido la seriedad y el trabajo bien hecho señas de nuestra identidad. Nuestra tradicional picaresca y una falta absoluta de responsabilidad nos definen en cierta forma. Resulta alarmante la despreocupación por su trabajo y la caradura de la que hacen gala muchos. La mayoría de los profesionales españoles tienen una alarmante falta de preparación para desempeñar su oficio con diligencia y calidad. Pero como les va más o menos bien y en cierta forma, les permite ir tirando, no tienen la más mínima intención de mejorar. Se comprometen a unas calidades y plazos, que rara vez cumplen.

Siempre se equivocan en algo, por su falta de atención e interés en lo que están haciendo. También por el progresivo avance de una castración de la inteligencia en muchos de ellos, tan propia de estos tiempos.

El cliente, ante una situación de cutrez generalizada, acepta la falta de calidad como algo normal y acaba pagando lo establecido. Esto impide que el caradura o el inútil aprendan de sus errores, asuman las responsabilidades que se derivan de sus equivocaciones, y en definitiva que abandonen el estado de puerilidad consustancial a su existencia.

La falta de calidad en los productos y trabajos, impensable en otros paises de mayor disciplina profesional, hace que se paguen cantidades que no se corresponden al servicio prestado. Ello hace de España un pais proclive al enriquecimiento de los pocos profesionales que tienen criterio y calidad; la chapuza generalizada de la mayoría les permite constituirse en una élite que en condiciones normales no existiría, y cobrar precios desmesurados por un trabajo solo bien hecho.

En este orden de cosas, el cliente con criterio que exige calidad, tiene por delante un arduo trabajo de lucha constante y broncas frecuentes, si se decide a no rendirse. Pero es el único camino para frenar el avance de tanta incapacidad. Lo realmente dramático es que la castración mental afecta ya no sólo al trabajador sino también al cliente, al que le parecen bien ciertos trabajos. El avance de la estupidez se generaliza, y la selección natural y cultural tienden a excluir la inteligencia. Superada la evolución de Darwin, la especie se aferra sólo a su continuidad. Por desgracia, a mayor imbecilidad, mayor poder de procreación.

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