Dar la cara

¿Qué hacen todas estas tradiciones de la España más negra? Este no es el país por el que di la cara

E N los peores momentos del procés, en otoño pasado, algunos decidimos dar la cara a favor del Estado de Derecho y de eso que algunos botarates llaman despectivamente "el régimen del 78". Ante la pasividad suicida del Gobierno del PP, ante la magnífica propaganda independentista que tergiversaba la realidad e inundaba el mundo de fake news, y ante la actitud complaciente de nuestra izquierda más rupestre, que veía en la insurrección catalana una posibilidad de derribar el régimen, para sustituirlo -imaginamos- por una especie de Unión de Repúblicas Socialistas Hispánicas, algunos decidimos intervenir en público y no callarnos en ningún momento. Escribimos en Voices from Spain -una plataforma que intentaba desmentir las mentiras de los independentistas-, polemizamos en Twitter y procuramos poner las cosas en su sitio. No fue una tarea fácil. Nos acusaron de ser fascistas, retrógrados y vendidos al Gobierno (ojalá, añado yo ahora, porque no vimos ni un céntimo, a diferencia de tantos intelectuales indepes que han vivido a cuerpo de rey a costa del procés). Pero hicimos, creo yo, lo que teníamos que hacer. Creíamos en esta democracia, por imperfecta e inoperante que fuese y siga siendo. Y creíamos en la Transición, que no fue una chapuza ni una traición -como creen los ilusos-, sino un acuerdo político basado en el respeto mutuo y en la aceptación del adversario, dos actitudes por completo heterodoxas en la historia de España.

Digo esto porque no me hace ninguna gracia ver a los ministros cantando El novio de la muerte, por muy arraigada que esté la tradición malagueña, ni me hace gracia ver que la Fundación Francisco Franco, generosamente regada con dinero público, se permita publicar manifiestos anticonstitucionales que deberían estar prohibidos en un país normal. Y lo digo, repito, porque he dado la cara por este régimen político -el de la Constitución del 78-, que es una de las veinte mejores democracias del mundo. Entonces, ¿qué pintan las banderas a media asta en los cuarteles durante la Semana de Pasión? ¿Y los ministros cantando un himno legionario -muy hermoso, sí-, pero de recuerdos más bien tenebrosos? ¿Y qué hacen todas estas tradiciones de la España más negra que parecen estar regresando? Siento decirlo, pero ese no es el país por el que di la cara. No. Para nada.

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