Despojos

Cuando voy a una ciudad traigo una mochila de libros, él, traía maletas de la comida que se nutrió el cineasta

Q UINCE de enero de 2018. Algo más de ocho años después de poner la mortaja sobre el dueño del amor al esperpento en blanco y negro y en color, sobre todos los cafés infinitos para hacer guiones y arrumbar pieza a pieza en el impresionante piso alto la pesada biblioteca de 12.000 volúmenes (omito por cliché innecesario la referencia, la mayoría, de literatura erótica) al menos 3.000 se subastan, se deben haber subastado ya al mejor postor por un precio de salida de 27.000 euros. El nuevo titular, o bien es un enfermo del celuloide, un enfermo de los libros, un enfermo de los coleccionismos, un enfermo de los fetiches, un enfermo en resumen. O bien un mercader de saldos, reventas y lances y todos los restos se esparcirán por el mundo de los anticuarios. Cientos de vidas, el mundo del frío de Rusia de la División Azul haciendo guardia toda la noche mirando al lado contrario. Muy berlanguiano, muy austrohúngaro. O bien serán preciados como culto a la cultura, puestos en un templo del saber y la memoria, apto para estudiosos que veneren junto con los gestores, los documentos de que estamos hechos todos y que si desaparecen en el vacío desaparece todo. Sólo que no hay tales gestores, no hay mayoría de estudiosos, hay mayoría siempre de destructoras de papel, tractores de triturar todo si no es convertible en bien productivo, en balance de récords de visitas, o enfermos, claro. Yo cuando voy a una ciudad traigo una mochila de libros, él, traía directamente maletas de la comida que se nutrió el cineasta y urdió folio a folio cada guion junto con otros, en comandita, pergeñando cada secuencia estrafalaria llena de disparates. 19 de enero de 2018, la biblioteca se ha quedado huérfana ya que nadie está tan enfermo como para pujar. Antes, los dueños del papel moneda hacían locuras, compraban miles de soldaditos de plomo, miles de libros, hacían casas maravillosas muy visibles. Ahora pujan anónimamente por el cuadro que pintó un loco o ese cuadro incomprensible que es la verdadera cultura, la que hace un titular de más con una cifra de más de seis ceros. Eso sí que es arte y no 3.000 libros polvorientos de un viejo verde. Sigo con la teoría de que terminarán vendiéndose al peso a un pescador de lances, mercader de manías. Y saldrá en programas de televisión con nombres como segunda mano a tope, fiebre converter, empeños total, mega monte de piedad, el precio de los despojos.

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