La buhardilla

Manuel Lucas Matheu

Falocracia

EN EEUU, una mujer, Catherine Kieu Becker, ha sido condenada a cadena perpetua por cortar el pene de su marido y triturarlo, en un arrebato de celos. Lo drogó y luego, llevo a cabo la truculenta tarea.¿Esta condena es justa? Pues no sé. Si a mí me hubieran hecho lo mismo, sí me parecería justa. Pero ¿cuantos de los que realizan ablaciones de clítoris a las mujeres, han sido condenados a cadena perpetua? Tan barbaridad es uno como lo otro. Según la OMS, unos 140 millones de niñas y mujeres, actualmente en vida, han sido sometidas a la ablación genital femenina. No solamente en África. Además, las cifras están aumentando en Europa, Australia, Canadá y los Estados Unidos, principalmente entre los inmigrantes procedentes de África y Asia sudoccidental. No habría cárceles suficientes para tantos mutiladores, sobre todo si tuvieran cadena perpetua.La Audiencia Nacional en abril de 2013, ha condenado por primera vez a una mujer por la ablación, de la que fue víctima su hija, fuera de España. La sección cuarta de lo Penal impuso una pena de dos años de prisión, a Fatoumata D., de 41 años, por las lesiones genitales, que sufrió su hija menor, en su país de origen, Senegal, tras ser sometida al ritual de iniciación. La madre deberá indemnizar a la niña con 10.000 euros, según la sentencia. Desde luego, no se acerca ni por asomo a la cadena perpetua de Catherine. Y las razones de Catherine, son semejantes a las de los que mutilan, que lo hacen con la falsa creencia de que esto previene la infidelidad femenina. En una cultura eminentemente falocrática, el clítoris no tiene la importancia del pene. Y es posible que muchos de los que me estén leyendo, pensarán que hago comparaciones odiosas. Pero la realidad es que sí son odiosas, pero en el sentido contrario, porque, aunque se han dado pasos importantes en temas de igualdad, estamos lejos de que nuestras actitudes y miradas, sean acordes con esos pasos normativos. Y eso se traslada hasta la misma realidad de nuestras relaciones sexuales, que giran en torno a un personaje central, frente al cual los demás son actores secundarios. Ese personaje que Catherine, decidió hacer desparecer del mapa anatómico del hombre, al que quería impedir que le fuera infiel. Precisamente por eso, porque sin él, no se conciben relaciones sexuales. Hora es de comenzar a tener en cuenta otros protagonistas, dándole la importancia que tienen, y aliviando al personaje que los hombres llevamos entre las piernas, de tanta responsabilidad.

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