¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Contra Follet

Ken Follet se ha convertido en un portavoz tardío de la leyenda negra, la mayor intoxicación intelectual de la historia

No tenemos nada en contra de las novelas de Ken Follet. Si alguien quiere perder su tiempo y sus neuronas leyendo al escritor galés está, como se suele decir, en su perfecto derecho. Hay cosas mucho peores: los libros de Murakami o convertir el gin-tonic en una ensalada, por ejemplo. Sin embargo, nuestra suspicacia hispana sí se da por aludida cuando el autor de Los Pilares de la tierra se permite la osadía de insultar a Felipe II (Dios guarde en su gloria) tildándolo de "tipo malo" -así, como en el Oeste- y a toda la España del siglo XVI, a la que califica con evidente descortesía y falta de tacto como "matón de barrio" (sic). Por cuestiones mucho menores, los hombres de antes sacaban las toledanas o las albaceteñas, según la categoría social de cada cual.

Avisamos que no hemos leído el nuevo libro perpetrado por Ken Follet, Una columna de fuego -algunas malas experiencias anteriores nos han vacunado definitivamente-, pero sí las entrevistas que está concediendo a diversos medios. En dichas interviús, Follet se convierte en un portavoz tardío de la leyenda negra, una de las mayores operaciones propagandísticas y de intoxicación intelectual de la historia universal que, pese a su antigüedad, aún encuentra incautos, frescos y vivales para seguir reproduciéndose a través de los siglos. Insultar a España sale rentable, como bien saben en el Palau de la Generalitat.

No perderemos el tiempo enumerando las luces y las sombras de Felipe II y de la España en la que reinó. La bibliografía seria al respecto es abundante y seguro que asequible en las maravillosas bibliotecas británicas. Pero sí recomendaremos al señor Follet dos libros que quizás desconozca: Spain: The Centre of the World (1519-1682), del hispanista anglo-andaluz Robert Goodwind (nuestro querido Bob) y Cartas de Felipe II a sus hijas (editadas por Fernando Bouza), que recoge las misivas mandadas por el monarca a las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela entre 1581 y 1596. Si Follet hubiese leído estas dos obras de naturaleza muy distinta -una es una obra de alta divulgación sobre el Siglo de Oro y la otra un recopilatorio epistolar en el que nos topamos con el Felipe II más íntimo y familiar-, probablemente hubiese contenido su lengua. O no, porque, como ya apuntamos, el negocio de la leyenda negra sigue siendo rentable y, a estas alturas, no creemos que Mr. Follet esté dispuesto a renunciar a las montañas de libras esterlinas en las que, como un Tío Gilito de la literatura, se baña toda

s las mañanas, antes del aperitivo.

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