La corona de la reina

Silvia Segura

Francisco, Paco, Paquillo

AVE María purísima, sin pecado concebida…Dime hijo… "Padre, yo estoy aquí por mi mujer, me repite hasta la saciedad que Dios nos ha castigado, que todo lo que nos pasa es porque Dios nos ha abandonado". Hijo, no es Dios quien nos condena somos nosotros mismos los que decidimos condenarnos, Dios es infinitamente justo e infinitamente sabio y en esa justicia divina hay ocasiones en que ni el sufrimiento es proporcional a la culpa, ni el premio es proporcional a los méritos. Cuéntame. "Me llamo, Paco, mmm, sí Paco. Soy el único varón menor de cuatro hermanos y a mi bendita madre le hacía ilusión ponerme el nombre de mi abuelo, Paco. Desde niño he sido Paquillo, siempre me han llamado así pero en los últimos años todos me conocían como D. Francisco. A mí no me gustaba estudiar y pronto aparqué los libros. Yo disfrutaba con la siembra, ver cómo iban mis tomates, me encantaba el tiempo de campaña. Era la sombra de mi padre de ahí que mis hermanas vieran con buenos ojos que me quedara con los terrenillos de El Ejido a la hora del reparto de la herencia. Íbamos tirando. Al principio todo era para cubrir gastos pero tuvimos un par de cosechas muy buenas, nos hicimos con dinerillo y compramos las fincas colindantes. En la cooperativa se rumoreaba lo bien que les iba a Juan y Manolo, se habían comprado unos todo terrenos espectaculares y unos chales en Balanegra haciendo negocios relacionados con la construcción, compraban pisos para revenderlos o alquilarlos, de esos que se pagaban solos, vamos. La verdad es que a mí ya me dolían las cervicales y estaba cansado de tanta labranza. Una constructora de aquí del Poniente me ofreció una planta completa del edificio que pretendía construir a cambio de una parte de invernadero, un total de diez pisos de lujo. Lo consulté con mi mujer y accedimos. Resultó un acuerdo redondo, en un año sin hacer nada gané veinte veces lo que hubiese podido conseguir en esta vida y diez más levantándome a las cinco de la mañana sembrando hortalizas. Nos compramos nuestro cochecico, después otro, una casa en la playa y otra en La Envía, para ir practicando, ya sabe padre, el golf y esas cosas. El caso es que a principios de 2.008 esos mismos contratistas quisieron comprarme el resto de las tierras, pero claro, yo tonto no soy y lo mejor sin duda era montar mi propia empresa y construir un residencial de alto standing. El director de la Caja que es amigo de hace años me facilitó la operación y me dieron el dinero que necesitaba, avalé la operación con mis bienes y ahora…ahora el banco se va a quedar con todo, padre, con todo. Pero Dios mío, por qué me castigas, qué he hecho yo". Hijo, la avaricia es tan mala o peor que la lujuria o la soberbia, y tú hijo has roto el saco de tal manera que no hay parche ni remiendo que arregle tal descosío.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios