Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La 'Gran F', bajo sospecha

El escándalo reciente de Facebook nos recuerda cuál es el negocio de las redes sociales

Se ha hablado del accionista de control de Facebook, Mark Zuckerberg, como candidato a presidente de los EEUU. Pero parece que bien pudiera ser este ataque de grandeza que vincula -como sucedió con Trump- al triunfador empresarial con el político eficaz otro episodio del Gran Hermano de nuestros digitales días. Porque Zuckerberg no parece siquiera capaz de controlar su colosal base de datos, la que nosotros le hemos constituido, cada uno desde su pantallita, de buena gana. Como hemos sabido recientemente, Cambridge Analytica (una compañía que se dedica a la captación de ingentes cantidades de datos y su uso para campañas electorales) contrató a Facebook la distribución en la red social de cuestionarios en apariencia triviales -"¿Qué Pokémon eres tú?"- con los que captó información de 270 mil usuarios… y de sus contactos ¡hasta 50 millones! Putin se frotaría las manos: se vería mudándose a la Casa Blanca. Facebook está en entredicho, y el valor de su acción ha caído casi un 10%. Muchos están pensando en darse de baja: desengancharse.

Clientes y proveedores tienen intereses distintos, pero complementarios. Cuando uno contrata a un fontanero, la reciprocidad es directa: usted desatasca su tubería, el fontanero cobra su factura. Con los social media, la contraprestación no está tan clara. Usted, como usuario de Facebook, satisface determinados intereses o utilidades: enseñar y contemplar fotos personales y mensajes de denuncia o autoayuda, pasar el rato en modo alcahuete, sobrellevar una postración, promocionarse como autónomo o empresa, ligar, tener amigos hasta en las antípodas, e incluso crearse una realidad paralela. Sin embargo, la contraparte, la empresa de Mark Zuckerberg que está entre las diez mayores del mundo, ¿qué desea?, o sea, ¿cuáles son sus ingresos? Recordemos el esquema de esta división de su modelo de negocio: enganchar a, ya, más de dos mil millones de personas a la aplicación de la f, acumular datos sobre su vida, para con ellos conseguir anunciantes que paguen a Facebook por esa valiosísima información acerca de segmentos de clientes y sus ideas y actitudes. También puede venderse, ya vemos, a gestores de campañas electorales, que distribuyen cuestionarios tontunos… que han sido realizados por psicólogos de primera. ¿Quién pone el cascabel a ese gato de mil cabezas e interconexiones? Permitan una carcajada acerca de la Responsabilidad Social Corporativa en este caso. Sin la total libertad de vender datos, Facebook caería en picado.

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