Incendio

Los tontos creen que España debería seducir a los catalanes independentistas. Pero es justo al revés.

Los incendios no entienden de fronteras ni de identidades. Empiezan en Portugal, saltan a Galicia, luego se expanden a Asturias y a León, y si las condiciones siguen siendo favorables, pueden reproducirse en cualquier sitio. En California, por ejemplo, que no está aquí al lado. O en Siberia. Y cuando terminan, todos los incendios dejan las mismas imágenes: los bomberos agotados que caminan como zombies por un camino rural, los paisajes calcinados que podrían ser de Hiroshima o de un atentado con camión-bomba, la misma gente que llora desesperada contemplando los restos humeantes de lo que había sido su casa, su jardín, su huerto, su vida.

La realidad devastadora del cambio climático -la que está haciendo posible los incendios- es una evidencia que ninguna persona inteligente puede negarse a ver. Pero aquí preferimos discutir sobre si tenemos presos políticos o políticos presos, o sobre ese vídeo lloriqueante en el que una pésima actriz dice sentirse oprimida por vivir en Cataluña (Help Catalonia). Los tontos creen que la España constitucional debería seducir a los catalanes independentistas y darles argumentos para quedarse. Pero es justo al revés: son ellos, los "indepes", los que deben darnos razones empíricas -es decir, demostrables- de que viven en una colonia oprimida y pisoteada por una potencia extranjera. Son ellos los que deben explicarnos con hechos verídicos cuál es la humillante situación que deben soportar cada día. Son ellos los que tienen que hacernos ver que su vida es tan injusta y tan degradante que debemos aprobar de inmediato una reforma constitucional, gracias a la cual se podría pactar un referéndum de independencia legal que diera una salida honrosa a su horrible desventura. Es así de simple.

Hay que decirlo todas las veces que haga falta: España es un Estado de Derecho y una democracia avanzada, y aunque tenga defectos -que los tiene, y muchos-, no hay ningún país del mundo que permita unos niveles de autogobierno como los que ahora mismo posee la Generalitat catalana. O sea que, por favor, fijémonos en las cosas que importan de verdad, como los incendios que traen devastación y ruina para los más desvalidos, y olvidémonos de esos ególatras victimistas que ni siquiera saben, de lo fanáticos que son, que si uno juega con fuego al final siempre acaba quemándose.

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