Insondables sondeos

Hay razones, y no meras intuiciones, sólidas para desconfiar del sesgo de los sondeos publicados

Ariesgo de quedar retratado como ingenuo 'pitoniso', declaro que no me creo, que no, las encuestas que vaticinan una reedición en Cataluña de los resultados electores del próximo 21-D con los de 2015. Que no veo creíble que una mayoría de la sociedad catalana no reaccione ante el esperpento tragicómico escenificado. En todo caso mi desconfianza no se cimenta tanto en una intuición o deseo, como en un análisis elemental de las dificultades que afrontan los sondeos preelectorales en una comunidad tan compleja como es Cataluña. Porque allí, el guiso ideológico aliñado en las últimas décadas está batido entre salsas emocionales que distorsionan el tópico general de derechas o izquierdas. Ahí, el voto en clave españolista o indepe también tiene una notable incidencia en la cuenta de resultados. Aquí, además, la presión mediática y el reproche público oficializado por la gobernanza separatista a quien no exhiba un nacionalismo radical, ha hecho endémico el hábito de casi un 35% de ciudadanos que opta por falsear su respuesta o no contestar en los sondeos. Y no ya porque no sepan a quién van a votar, sino porque en un ambiente hostil el voto oculto o solapado es la opción que garantiza una convivencia en paz. Un ambiente, éste, que no es precisamente insólito en una sociedad en la que sus instituciones, su adoctrinamiento escolar y sus medios de masas alienantes, avivaron durante años una espiral ilusiva de unanimismo colectivo, ante la que revelar alguna disidencia asegura la bronca o la descalificación en el entorno. Así que la incidencia de tales factores justifica que hoy resulte sociológicamente si no imposible, sí que muy complejo, cocinar encuestas con tantas variables de postureo y silencios sobre la intención de voto, dificultad severamente confirmada en otras elecciones catalanas que erraron, unas por otras, en una banda que fluctúa entre el 20 y el 45%. Como en 2012 en que se anticipó que Mas lograría 71 diputados y solo tuvo 50, o sea: una pifia del 43%. Hay razones, y no meras intuiciones, sólidas para desconfiar del sesgo de los sondeos publicados, en general, y además para poner en solfa la finalidad de alguno, como el del CEO, entidad dependiente de la Generalidad, y su irritante capciosidad electoralista. Y más razones hay aún para que no creer que pueda persistir la ceguera colectiva en la mayoría de una ciudadanía tan lúcida en tantos otros campos de la vida.

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