Opinión

Rosa María / Rubio

Laboratorio de Danza Cibernética

EN la noche del pasado sábado, los espectadores que acudieron al Auditorio de Roquetas tuvieron la oportunidad de disfrutar con un espectáculo único. Sin duda alguna, a priori era una apuesta arriesgada que, con música de Leo Delibes, enlazaba directamente con la historia original basada en un cuento de Ernest Theodor Hoffman.

Ya desde el principio se pudo apreciar que el reto fue superado con creces, ya que el mensaje futurista que lanzó el director artístico, Eduardo Lao, llegó de inmediato a los presentes. En nada se parecía a la obra oscura que se estrenó en el siglo XIX. La actual transformación es una versión humorística e innovadora.

La primera aparición del joven Franz, aficionado a la fotografía y que se ocupaba del mantenimiento de las instalaciones del laboratorio, así lo atestiguaba. A partir de ahí, la siguiente entrada en escena de las limpiadoras Betty, Rosi y Andreina, confirmó que Eduardo Lao no ha puesto barreras a la obra con un vestuario colorido y una coreografía donde las tres bailarinas arrancan las primeras sonrisas de la representación. Desde mi punto de vista, en ellas se quiere representar al prototipo de mujer que quiere ser perfecta físicamente, aunque sea a costa de parecer un robot.

Cuando la obra nos introduce definitivamente dentro del laboratorio, nos pudimos encontrar con uno de los protagonistas destacados de la noche, el Doctor Coppelius. Un personaje pintoresco con un vestuario que no desentonaría en una película como "La Guerra de las Galaxias", y que realizó una interpretación magnífica con unas coreografías que fundían el clásico con el contemporáneo.

A continuación, la estrella de la noche, Coppélia, la del universo de Víctor Ullate, que cambió el tradicional Tutú por uno cibernético. Un acierto extraordinario.

En la segunda parte, quizás más dinámica que la primera, se representaba la fiesta de presentación de Coppélia. Franz, encarnado por el espléndido Masayoshi Onuki, ya vestía con sus mejores galas. Ahí fue cuando el nipón desplegó toda su maestría sobre el escenario.

Un autentico prodigio que ya venía avalado por un notable historial. También destacables fueron los "pax de deus", sobre todo el de Coppélia, representada por So-Yeon Kim, y el referido Masayoshi Onuki. En resumidas cuentas, un espectáculo donde la iluminación estuvo demasiado justa pero que fue brillante, rompedor, mezclando diferentes estilos como el neoclásico y el contemporáneo con destreza y gracia a la vez. Ya estoy expectante esperando la próxima creación de Ullate.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios