La otra mirada

Ruth García Orozco

Llegar a la Luna

EL 20 de julio de 1969, Neil Armstrong, comandante del módulo lunar Apolo XI se convirtió en el primer hombre en pisar la superficie lunar. Fue un momento histórico, y constituyó un hito que en aquellos momentos parecía muy difícil de superar. El sueño del hombre, el llegar a tocar el solitario satélite que con languidez lo contemplaba suspendido eternamente a una distancia que parecía insalvable, se había hecho realidad. Y los que tuvieron la suerte de vivirlo supieron que estaban siendo testigos de un trocito de la Historia con mayúsculas de la Humanidad.

Casi cuarenta años más tarde, nos encontramos ante otro de esos momentos que, aunque no hayan tenido que superar las barreras de complejidad técnica que el anterior, sí podría calificarse de sueño inalcanzable: la llegada del primer hombre negro a ocupar el puesto más poderoso del mundo, el de la Presidencia de los Estados Unidos de América. Barack Obama ha hecho Historia, y todos hemos tenido la conciencia de haberlo vivido como privilegiados invitados de honor.

Quién iba decirle hace cuatro años, cuando iniciaba su increíble y fulgurante carrera política, que llegaría este momento. Seguro que, por mucha confianza en sí mismo que tuviese era consciente de todos los obstáculos, de todas las barreras, prejuicios y zancadillas que le esperaban, llegando incluso a los ataques más personales y rastreros contra su persona, su origen, su religión… Pero finalmente ha salido victorioso. Claro que ha tenido a su favor un inesperado aliado: el funesto legado de George W. Bush, que recogió el testigo de lo iniciado por su padre y ha llegado a superar hasta los más pesimistas pronósticos, dejando al país embarcado en dos guerras y sumido en la crisis más profunda desde 1929, además de contagiar al resto del mundo con los resultados de su nefasta gestión. El cómo pudo este hombre no sólo llegar a la Casablanca sino ser reelegido es para mí un misterio aún más insondable que el del origen de la vida. Claro que, como decía Einstein, "hay sólo dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y de lo primero no estoy tan seguro."

La tarea que Obama tiene por delante no es precisamente fácil, pero cuenta a su favor con un crédito casi ilimitado de confianza y de apoyos, algo que puede y debe administrar con juicio y cautela para conseguir el resultado que todos deseamos: un mundo mejor, más sostenible medioambientalmente, con una riqueza mejor repartida y donde no jueguen los intereses de los de siempre. Desde aquí nuestra más sincera felicitación y nuestros mejores deseos de que lo consiga y rápido, porque el tiempo no juega a nuestro favor.

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