Locura provechosa

En los riesgos aventureros puede estar el beneficio, la ganancia, el provecho que se pierde con la mucha cordura

La ortodoxia acaso sea una forma de compostura, un modo de saber estar que se tome por anticuado, por poco moderno, cuando hogaño mejor resulta ser rompedores o alternativos, cerca de las maneras de esos activistas contra el sistema que no tendrían de qué valerse si no fuera por el amparo, los beneficios y hasta el lucro que les procura el propio sistema de sus diatribas. Sin embargo, un sabio maestro judío, de la Castilla del siglo XIV, repartía suerte al contar que a unos vio alcanzando, por locura, gran beneficio, en tanto que otros, por mor de la cordura, descuajaringaban sus negocios. Luego la heterodoxia, que no es locura pero puede confundirse con el desafuero, debe producir algún rédito sustancioso, cierto provecho contante, como para señalarse a contracorriente. Quizás quepa asimilar estas disposiciones un tanto desarregladas a la panacea del emprendimiento o a la virtud de la iniciativa. Algo próximas, sí, al incierto desenlace de la aventura, al sino abierto de los riesgos, porque el sabio judío también decía ver a muchos que regresaban sanos e indemnes de la batalla mientras que otros sufrían accidentes, tropiezos y quebrantos dentro de la tienda donde permanecían. Entonces, de la aventura debe estar pendiente el beneficio; de ahí que corra riesgos quien, por coger la trucha, se aventura río adentro.

Proclamado este medieval elogio de la locura, que trastoca el tino de la sensatez, también se quiebran los asideros de la sabiduría porque continúa afirmando tan esclarecido judío que muere el doctor capaz de recitar de corrido textos de medicina mientras al pastor le basta para curarse con su ignorancia. Si bien esta máxima no solo sugiere una flagrante contradicción, sino asimismo una peculiar inconveniencia: la de confundir el valor del conocimiento y la naturaleza de su adquisición. En el primer caso, la memoria de la repetición no procura ilustración alguna, tan una solo apariencia que no sobrevivirá al pronto olvido tras el fiasco de la inutilidad. En tanto que duradera y provechosa es la sabiduría que se obtiene del cuidado escrutinio de lo sencillo, aunque se tengan, de manera bastante equivocada, por ignorantes a quienes de ese modo la alcanzan. Y no quedará atrás la corrección, o el desengaño, de las expectativas que se logran, aunque sea por otros, ya que Sem Tob -el maestro judío que a veces aparece en estas luces de los días- creía desear de veras un bien con el que no gozaba quien ya lo tenía.

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