Hay miles de dedos señalando a una misma Luna, y hay ojos escrutando cada uno de los dedos. Es un tipo de ceguera voluntaria que distorsiona las imágenes para acompasarla con su prejuicio, una distorsión cognitiva sorda pero vociferante, que ha intentado denigrar la revolución de las mujeres con las mismas bobadas de siempre. Que si es Podemos, que si es el PSOE, que si son las élites, que las locutoras, las privilegiadas, las japonesas, las alemanas y las feas de la CUP. El feminismo que salió a la calle el jueves pasado es de una pureza transversal, de todas las generaciones, de todas las ideologías y de cada casa; en efecto, como han proclamado, hay miles de razones, otra cosa son las estrategias, los modos y el manifiesto embrionario bastante pasado de moda, pero ésos son los dedos, no se pierdan, lo que de verdad importa es que es la Luna. Hay una violencia machista, diaria; hay un patriarcado en el poder refractario a compartir la pluralidad, y hay un lastre en las oportunidades, el de la maternidad y el del hogar. Y eso es lo que está ocurriendo en España, uno de los países más avanzados de Europa en la igualdad entre hombres y mujeres, porque el resto es puro salvajismo. Salvajismo en sentido estricto, organizaciones sociales donde la testosterona sigue siendo fuente de legitimidad. Es la Luna, viene grande y los dedos no van a oscurecerla.

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