Madriz

En Campo de Criptana las figuras de dibujo a plumilla toman coñac en el bar un domingo a las ocho

Madrid a finales de octubre es un tapiz de otoño sin hojas ni bufandas. Cada vez más lejos de estar más cerca, conozco el verdadero límite, el borde del mundo, la línea que separa el extrarradio de donde termina todo y todos los barcos caen al abismo si siguen un poco más. Los trenes de cercanías nunca llegan a su hora y sin embargo llegan pronto a su destino. Andando puedes recorrer en pocos minutos diminutos mundos y barrios. En las librerías extrañas hay una profunda soledad. La dependienta vive sola entre los preciosos libros científicos durante toda la tarde en la sala amplia. Otra dependienta, que se parece a la abuelita Paz sobrevive en un pequeño cubículo y hace las cuentas con lápiz. Los libros de segunda mano se venden con prendas olvidadas por sus antiguos dueños que probablemente hicieron de marcapáginas, una factura, un billete de avión. Se quedarán ahí y formarán parte del libro para siempre. En el billete de avión está toda la historia del libro, su hora de salida y su hora de llegada. Está justo en la página a la que llegó su dueño, donde lo dejó o hasta donde pudo leer debido a que el avión llegó a su destino, el destino del libro que nunca terminó de leerse. Ahora se pueden conseguir todos los libros de segunda mano del mundo tecleando letras en un teclado y pagando con tarjeta electrónica. También se pueden ver todos los cuadros de todos los museos pero los libros te los mandan sin esos detalles imprevistos y no estas viendo realmente el cuadro, sólo una imagen del cuadro. Tampoco ves a la dependienta, ni respiras el aire de la calle ni de la librería donde está el libro. En la plaza de Tirso de Molina todos los edificios pueden ser ese museo secreto del que hablan las fotos. Probablemente en un edificio de ladrillo visto en una calle que desemboca en la plaza, con ventanas recercadas con molduras y desde las que se ven canalones verticales, el museo cárcel, el claustro, la celda de oro. En Campo de Criptana las figuras de dibujo a plumilla toman coñac en el bar un domingo a las ocho de la mañana, figuras delgadas con chaqueta y bastón. El alto de los molinos de viento está casi oculto entre una niebla espesa y hace frío invernal. Los gigantes ya no están, sólo están los molinos. Los gigantes fantasmales son sombras que han desaparecido en la niebla y no hay viento, no hay caballero, no giran violentamente las aspas en el calor castellano.

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