HE leído que, en los últimos meses, como consecuencia de la crisis, ha aumentado considerablemente el número de tarotistas y me he quedado conmocionado. En primer lugar, porque, así de primeras, no sabía de qué me estaban hablando y después por la impresión que me causó saber de qué se trataba. Sí, tal y como habrán imaginado, los tarotistas son las personas que se dedican a adivinar el futuro echando las cartas. ¡Toma, toma, toma! que diría Borja, el protagonista de Qué Vida Más Triste de la sexta, esta sí que es buena.

Los videntes dicen que ahora hay más ejecutivos y empresarios que buscan sus servicios para indagar sobre cuestiones profesionales y menos ciudadanos que preguntan sobre el amor o la salud. La verdad, me cuesta imaginar cómo será una sesión de este tipo, pero intentémoslo: - Hola, verá, vengo para que me diga si debo plantear un E.R.E en mi empresa - comenta, como el que no quiere la cosa, el directivo aficionado al ocultismo.

Uy, dice el tarotista, veo mucha negatividad en su entorno... las cartas me dicen que está meditando tomar una decisión... los próximos meses van a ser muy complicados... -"yasstá", pongo el E.R.E.- dice a voz en grito el ejecutivo. La crisis está sacando todos nuestros fantasmas a pasear y da la impresión de que algunos piensan sacar tajada del asunto esotérico con los escrúpulos justitos. Sinceramente, con lo poco que nos ocupamos del presente no sé cómo podemos perder el tiempo y el dinero en lo que resulta imprevisible.

En un plano más físico, otros sectores como el de las hamburgueserías o el de los loteros, mejoran considerablemente sus rendimientos, según las cifras que manejan los economistas y demás expertos que aparecen en la prensa salmón. Y es que, en tiempos de crisis se come peor y se invierte parte de lo poco que se tiene en sorteos que precipiten dinero fácil y rápido. A otros, en cambio, les va a tocar sufrir lo suyo. En los últimos días me ha dado por pensar, mira por dónde, en los propietarios y empleados de las empresas de catering a los que se les habrán puesto los pelos de punta, también a los que les suministran las materias primas, con los recortes en ágapes y canapés que han anunciado las administraciones de todos los colores políticos. Esta medida no parece que vaya a resolver nada pero moralmente queda impecable. Es el signo de los tiempos.

Impecable también es el nuevo anuncio de la bebida refrescante que nos ha devuelto la chispa de la vida en medio de esta letanía financiera. Coca cola difunde en estos días su mensaje más optimista y universal: Estamos aquí para ser felices. ¡Chin pon!

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