Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Mike Pence, por favor

Los rankings tienen un efecto imán sobre los lectores de prensa, y cada vez parecen tenerlo más. No es casual. El mundo de las ventanas que Windows copió de Apple nos permite estar asomados a varias realidades -o lo que sea-al mismo tiempo y en tiempo real, y esa revolución copernicana en la manera de informarse nos ha hecho adictos a la inmediatez. Nos ha puesto, de un lado, las botas de las siete leguas a la hora de conocer asuntos y datos. Pero, de otro, nos ha convertido en consumidores compulsivos de superficialidad. El conocimiento va por otro lado. La linealidad de antaño a la hora de estudiar ha dado paso a una compulsividad informativa poliédrica que ha hecho mutar las mismísimas estructuras neuronales, de forma que hasta los más viejos lectores sufren sudores cuando leen más de tres páginas seguidas. El aluvión de bolos alimenticios semiprocesados en forma de clasificaciones informativas es la nueva ley en periódicos y páginas de internet: los quince efectos benéficos de la cerveza para la salud y el desempeño sexual, las diez mejores bloggers de moda castellano-manchegas, los veinte mejores goles del mes, las veinte playas desérticas que nos vamos a cargar. El ranking y el decálogo nos priva, ya sin remedio. Quién quiere indagar si tienes a mano una píldora esquemática a tiro de 'enter' que te ahorra la reflexión o el criterio.

En estos días de tanto Trump, accedí a una de estas síntesis contemporáneas, tan socorridas: "Las 21 cosas que no sabías de Pence". No una ni diez, veintiuna cosas. Pence es un político estadounidense que, Dios mediante, meterá en cintura al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ese inefable sujeto que, el día de la victoria electoral, agarró al aterrorizado Pence de la mano para sacarlo a la palestra con un ademán autoritario, casi provocando un esguince de codo al futuro vicepresidente. Sabemos por sus veintiún rasgos, y nos consuela, que Pence es un hombre de apariencia estable, que lleva treinta años casado con la misma mujer, ¡oh!; un político profesional. Él jugará el papel de contrapeso de todas las mentiras que el ciudadano Trump ha esgrimido con éxito, de las que ahora recula. Mike Pence, confiemos, no es la voz de su amo teñido y tardodespótico. Estados Unidos, nuestro frágil paraguas, se merece más de veintiuna cosas que no sabíamos de su lugarteniente, el tal Pence, en cuya mano encomendamos nuestro espíritu de ciudadanos periféricos.

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