Misterios sin resolver

Los misterios sin resolver son un guiño a la incertidumbre que hace menos comprensible el enigma de los días

Los misterios sin resolver, además de argumento para programas de televisión que buscan su "cuota de pantalla" entre telespectadores proclives a enigmas más o menos atractivos, resultan un ejercicio de disquisición casi imposible, si se acepta que los misterios, por su propia naturaleza, han de ser incomprensibles o inexplicables. En la provincia más occidental de Canadá, British Columbia, abierta al Océano Pacífico, están apareciendo en la costa, durante la última década, pies mutilados o desmembrados pero dentro de las zapatillas deportivas con que en su momento caminaban o corrían los finados sin causa conocida. Precisamente por las marcas y los números de este calzado deportivo pueden hacerse algunas conjeturas sobre los años y la procedencia de tales restos humanos que las mareas dejan en las playas como macabras pruebas de un misterio. Forenses, traumatólogos y otros mucho menos reputados especialistas barruntan distintas hipótesis, pero estos pies calzados, todavía con una hechura resistente a la descomposición, interpelan al raciocinio como si nada pudiera escapar a las razones del conocer. Suicidios, accidentes o desastres naturales suelen ser explicaciones a propósito. Incluso las corrientes oceánicas pueden haber llevado el infortunio de unos confines a otros del mundo, calzado con unas deportivas pero sin que la compostura del finado fuera debida a una caprichosa y última voluntad del mismo o a la decisión que tenían por acertada sus tristes deudos, a fin de atemperar el fúnebre rigor de la mortaja.

Sin embargo, creativa imaginación aparte, acaso convenga que los misterios siempre tengan los enigmas a buen recaudo. No se entienda, con ello, una inclinación a los arcanos contraria a las luces de la razón. Más bien, en cambio, el valor de lo recóndito, de lo secreto, para poner en aprietos esa misma razón con hechos inescrutables. Otra cosa es que los misterios se desvanezcan si, repentinamente, pierden la que parecía su genuina naturaleza y acaban esclarecidos por la oportuna explicación de la coincidencia, del azar cuando tiene mucho más de causal que de casual. Por esto mismo, los misterios aparentes son, al cabo, aparentes misterios, que el orden, como el tamaño, acaban por importar. Y los misterios sin resolver devienen enigmas mayores para abrir algún resquicio a la incertidumbre que haga menos comprensible y resuelto el enigma de los días.

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