República de las Letras

Mujeres, viejos y demás

Los partidos no han funcionado en estas ocasiones, no han sabido estar en la calle, en los movimientos sociales

El sábado pasado los viejos volvimos a manifestarnos por el poder adquisitivo de nuestras pensiones, contra la mierda que nos las han subido esta vez, sólo el 0'25 %, que es en realidad una bajada porque el IPC ha subido mucho más, y por el fortalecimiento del sistema público de pensiones. La captación por el capitalismo financiero de este sector tan importante, uno de los últimos nichos económicos que aún quedan sin explotar en España, está en el fondo de esta llamada crisis de las pensiones. Como siempre, los inversores quieren ganar dinero con ellas, contando con que el Estado, como con las autopistas, respalde sus inversiones y se las rescate en caso de fracaso. Ellos nunca pierden. Este movimiento, el de los pensionistas, junto con el de las mujeres el pasado día 8, ha traqueteado las poltronas de los acomodados del bipartidismo. Ambos son resultado de la política retrógrada e inmovilista del gobierno conservador, que es incapaz de ofrecer soluciones a los grandes problemas sociales. El gobierno está agotado, amortizado, falto de pulso. El país marcha a ralentí. Pero no sólo el gobierno, los partidos tradicionales han sido incapaces de ofrecer a pensionistas y mujeres algo más que buenas palabras. Tampoco los sindicatos, agotados en sí mismos, sin capacidad de convocatoria, han sabido liderar estos movimientos sociales. Viejos y mujeres han tenido que movilizarse por sí, para sí, con sus propias organizaciones, mientras han sido partidos y sindicatos los que han tenido que ir sumándose a ellos, tarde y mal, para no perder pie del pulso de la calle. Y se han dado casos muy significativos, como el de Ciudadanos, por ejemplo, el 8 de marzo, cuando no daba un duro por la huelga feminista y tuvo que rectificar a lo largo del día. O el bipartidismo cuando la explosión juvenil del 15M y las mareas subsiguientes.

Los partidos no han servido tampoco ahora. Convertidos en instrumentos de participación de determinados cuadros de la clase política, no saben estar en la calle, en los movimientos sociales. En general, no sirven ya para lo que fueron creados. El impulso político -porque todo esto es Política, con mayúscula- no les pertenece hoy, pues es transversal y no depende de unas concretas ideologías, sino de unas necesidades, fruto de la crisis, que amenazan la vida cotidiana actual y futura. Qué pasará cuando se muevan los consumidores. O los jóvenes. A saber…

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