RESISTIENDO

Andrés García Ibáñez

Mundo insostenible

CURIOSA humanidad esta, capaz de adaptarse a inclemencias y penurias cuando las condiciones de lugar y tiempo le son adversas, e incapaz de corregir sus comodidades y bienestares cuando, por su reiterado mal uso, vaticinan un futuro de dolor, destrucción y colapso mundial. En las fechas de antesala navideña se ha hablado, y mucho, de la cumbre de Copenhague para el cambio climático. En el mejor de los casos, se tiene la sensación de estar en manos de inoperantes; señores sin escrúpulos, servidores de sus intereses particulares, en realidad.

El encuentro ha terminado casi como empezó, sin nada a que aferrarse. A última hora, tras doce días de negociaciones fallidas para conseguir un acuerdo de calado que pudiera sustituir en 2012 al protocolo de Kioto, la mayoría de líderes han fijado unos mínimos encaminados a justificar la cumbre y a justificarse a sí mismos, salvar sus caras, duras y vergonzantes. En concreto, no se han fijado objetivos para lo fundamental, la reducción en la emisión de gases. Se propone limitar el aumento de temperatura global a un máximo de 2ºC, sin explicar como conseguirlo. Y se pretende socorrer a los países más pobres, con dinero, cuando sean los primeros en acusar las ferocidades medioambientales emanadas del calentamiento global; 10.000 millones de dólares entre 2010 y 2012. Igualmente se habla de "adaptación" al cambio; 100.000 millones anuales a partir de 2020.Está bien claro. En vez de corregir el rumbo de desarrollo insostenible de los países desarrollados o en vías, se da por hecho que la destrucción es imparable y habremos de adaptarnos a vivir en un mundo de mutaciones imprevisibles, contaminaciones y oscuridad, un mundo de mierda. El país más contaminante del mundo, EEUU, emblema del desarrollo capitalista, con sólo el 4% de la población mundial, consume el 25% de las energías emisoras.Y España es responsable en igual medida que otros países, si no más. De toda Europa, somos los más alejados de los compromisos vigentes adquiridos, fijados en el protocolo de Kioto. En este, se encomendó a nuestro país limitar el aumento de sus emisiones de CO2 a un 15% como mucho; en 2008, nuestras emisiones ya habían aumentado en un 48%. Pero, en cambio, tenemos tiempo y consenso en las celebraciones y llega, un año más, la fiesta del consumismo contaminante por excelencia. Cientos de bombillas y ciudades electrificadas, climatizaciones y calefacciones abusivas. Del frío invierno al aire caliente de los locales habitados, triunfo de un mundo de desarrollos ficticios que fragilizan y fragilizarán, aún más, a la especie. Inmersos en esta gran locura colectiva, nos dirigimos, inexorablemente, a la hecatombe. Como el año pasado, nada que celebrar.

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