¿Negociarlo o seducir?

Y lo que no ven, lo adivinan. El hombre, en cambio, es más burdo, ve poco y le cuesta adivinar lo que ellas desean

Enseña la historia del derecho que, desde antiguo, sólo los usos que se revelaban eficaces para resolver los conflictos suscitados por la relación entre humanos tan adictos, ay, al abuso y a la codicia, se adoptaban como costumbre, ya que procuraban paz. Y acabaron codificándose como leyes para resolver las grescas sociales. Leyes que hoy regulan prácticamente toda relación mundana, aunque el progreso técnico y la mudanza en valores obliga a adaptarlas a los paradigmas y sensibilidades de cada tiempo. Y parece llegado el de reglar una de las vivencias menos legisladas, a pesar de ser tan cotidiana, como son las relaciones sexuales, con sus exigencias de galanteo y caricias de toma y daca. Tema tabú y dejado al instinto amoroso de cada época, que nunca se reglamentó más allá de imponer algún resorte machista como el que prohibía acudir al Juzgado para que se cumpliera la promesa de matrimonio. Un instinto erótico que fatigó siempre malentendidos en la relación entre géneros dispares, hombre y mujer, porque como decía el agudo Maquiavelo, acaso con razón, las mujeres, entrenadas durante miles de años en la crianza de los niños, saben leer en las caras, como en un libro abierto, las emociones, recelos y deseos: han desarrollado el don de la videncia. Y lo que no ven, lo adivinan. El hombre, en cambio, es más burdo, ve poco y le cuesta adivinar lo que ellas desean, ni cuándo, y por tanto le toca arriesgarse al pavor de no llegar o al ridículo del pasarse. Una incertidumbre efusiva no sólo, pero sobre todo masculina, para la que ha poco requería Javier Marías en El País, habilitar protocolos sexuales precisos, a fin de que los varones sepan a qué atenerse para honrar el respeto que merecen las féminas. Desde luego negociarlo, sería, es, la primera fórmula para entenderse, aunque tales sentires no son fáciles de verbalizar sin impudor. Algo oí sobre usos de moda entre jóvenes "amigos con derecho a roce" o licencias parecidas, pero los excesos no parecen menguar. Así que además de educación cívica y sexual adecuada, supongo que será inevitable que se imponga legalmente la rúbrica previa por los amadores del guion sobre qué caricias, dónde, cómo y cuántas consentirán, o no, lo que tal vez confiera seguridad y ayude a superar el sinvivir con que amarga, si se yerra, el dulce mundo de las ternezas. Aunque donde se pongan los inefables códigos gestuales y revoltosos del romanceo…

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