EL hallazgo de las zanjas en las que los americanos enterraron la tierra contaminada con plutonio, tras el accidente de las bombas de Palomares cuarenta y dos años después, ha devuelto a los vecinos de esta barriada de Cuevas, a la comarca y a toda la provincia a los sucesos que acaecieron entonces. Estados Unidos, con la complicidad del Gobierno de España -a pesar del famoso baño de Manuel Fraga en las playas de Mojácar- ocultó muchas mas cosas de las que todos conocemos y que poco a poco se van desvelando. Tiene razón el alcalde de Cuevas, Jesús Caicedo, cuando pide que los dejen vivir de una vez tranquilos. Las bombas de Palomares y todo lo que han supuesto para el devenir de este pueblo en estos cuatro lustros ha dejado tal poso que va a ser difícil desprenderse de él nunca. Hay que dejar en paz a los vecinos, bien es verdad. Pero no lo es menos la necesidad de aclarar para siempre cuánta tierra contaminada se quedó en la zona, su influencia en la salud de los que allí han habitado durante este tiempo y los motivos que llevaron al ejército norteamericano y a los técnicos a cargar y llevarse cientos de bidones con tierra supuestamente contaminada y a dejar algunas toneladas, -no sabemos cuantas- enterradas en los aledaños del cementerio. De otro lado parece casi una ridiculez el dinero -1, 2 millones de euros- que van a pagar por descontaminar la zona, toda vez que ha sido el CIEMAT el que ha seguido año tras año investigando, buscando y midiendo el nievel de radioactividad, para controlar lo que ahora parece que se hizo deprisa, corriendo y con todas las ganas de ocultar lo que había sucedido. Por tanto, como pide el alcalde, dejemos de una vez tranquilos a los vecinos, pero apostemos de forma paralela por acabar con la pesadilla, con unos suelos limpios, descontaminados y con todas las garantías sanitarias para los que allí habitan y para lo que se cultiva. Lo contrario, 42 años después, siempre dejará dudas, que a estas alturas no son nada recomendables, ni explicables