Desde el fénix

José Ramón Del Río

Parábola de los talentos

SI usted acudió a misa el pasado domingo tuvo que oír, en la lectura del Evangelio, la parábola de los talentos. Si no asistió, permítame que le recuerde este pasaje que, sin duda, usted habrá escuchado en alguna ocasión. Se trata de un rico de in illo tempore que, en vísperas de un viaje que, entonces no era de un fin de semana, sino de larga duración, entrega a sus empleados, para invertir, respectivamente, cinco, dos y un talento, que era la moneda imaginaria, usada por griegos y romanos en la antigüedad. A su vuelta, les pide cuentas de la inversión y cobra con satisfacción las ganancias del 100% obtenidas por los que habían recibido cinco y dos talentos y los hace pasar al banquete que tenía preparado. Sin embargo, el que sólo había recibido uno le devuelve el recibido, después de escarbar en el suelo, en el que lo tenía enterrado. Le aclara a su jefe que no lo había invertido en nada, por temor a perderlo, porque conocía lo exigente que era. Llega a decirle: "Siegas donde no siembras y recoges donde no esparces". Al Señor no le parece nada bien la gestión ni la explicación de su empleado. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? y después de quitarle el talento y de llamarle negligente y holgazán, lo echa a las tinieblas, donde le esperaba el llanto y el rechinar de dientes (San Mateos 25, 14-30).

No me corresponde a mí deducir las enseñanzas de este pasaje evangélico, pero es claro que lo que se pretende con el ejemplo es que las personas saquen el mayor partido posible de sus dones intelectuales (ingenio, capacidad, prudencia), que es lo que hoy el Diccionario define como talento.

La parábola y sus enseñanzas recobran en estos tiempos visos de modernidad. Por ejemplo, el desplome de las cotizaciones de los valores que se negocian en las bolsas y, consecuentemente, la bajada del valor de los fondos de inversión y de pensiones, todo ello con origen en la crisis financiera causada por la infravaloración de riesgos, lleva a pensar qué hubiere hecho el Señor de la parábola con los gestores de inversiones de entidades bancarias, como Bears Stearns o Lehman Brothers y de otras españolas que no cito, que ni vieron venir la crisis ni reaccionaron cuando estaba aquí y que presentan a sus clientes, no ya el talento que recibieron, sino un talento al que se le ha pegado un mordisco del 20%. También tiene actualidad la parábola porque nuestra asistencia a la cumbre del G20, significa que nos dan un talento para invertirlo y poner remedio a la crisis. Pero el final de esta parábola, no lo sabremos sino hasta que el Señor haya vuelto de su viaje. Mientras tanto, todos, debemos poner nuestros talentos para sobrellevar y suavizar la crisis.

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