Patriotismo Constitucional

La crisis ha deslegitimado las políticas neoliberales dictadas por el capitalismo más duro

La crisis económica ha traído una deslegitimación de las políticas neoliberales dictadas por el capitalismo más duro, materializadas en recortes del estado del bienestar en los países más vulnerables. Este cuestionamiento ha derivado en dos posturas bien diferenciadas como vías para la solución a estos problemas, propuestas desde partidos nuevos -o preexistentes que han aumentado sus apoyos- que abogan por una revisión profunda del sistema. Una de ellas, por el lado de la izquierda, propone una total reconfiguración de la Unión Europea en la línea planteada hace ya décadas por grandes pensadores contemporáneos como Jürgen Habermas, para asistir a los más débiles, poner coto al dictado de los mercados y repartir la riqueza de una forma más justa. La otra, enarbolada por una derecha racista y ultra -acompañada en ocasiones por una extrema izquierda trasnochada-, propone la eliminación de la Unión y el cierre de fronteras, acudiendo al discurso sentimental de los viejos nacionalismos, rancios y patrióticos. En realidad, los nacionalismos se definieron políticamente a lo largo del siglo XIX como reacción al imperialismo napoleónico, que en cierta manera frustró las expectativas de futuro soñadas por el espíritu republicano, democrático y moderno, de la ilustración de fines del XVIII. Estos nacionalismos, fundamentados en la defensa de las identidades culturales, religiosas e históricas de los distintos pueblos, han sido peligrosamente conservados y potenciados desde los poderes establecidos, como opio y mitología que cohesiona a la masa, durante todo el siglo XX, hasta hoy. Y no todos sus contenidos identitarios son saludables para el desarrollo de la justicia y la tolerancia propias de una democracia avanzada; muy al contrario, atesoran aspectos claramente dañinos para la convivencia pacífica. Los nacionalismos son, por definición, siempre racistas y proclaman la superioridad de la cultura tribal propia frente a la de la tribu vecina. En este contexto, como proclama Habermas, a los habitantes de una sociedad avanzada debería bastarles su identificación con los derechos fundamentales y los principios democráticos contenidos en su Constitución, en detrimento de la nación cultural tradicional, construida en base a relatos históricos interesados y fabulaciones míticas. El "patriotismo constitucional" es la única vía saludable para el futuro de nuestras democracias.

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