LA OTRA MIRADA

Ruth García Orozco

Pekín debe rectificar

EL accidentado recorrido de la antorcha olímpica en los últimos días a su paso por países europeos debería ser motivo más que suficiente para que el gigante asiático, mucho más temido que admirado, iniciase un proceso de reflexión que culminase con el cambio radical en su actitud ante los derechos humanos. En realidad, China se está haciendo un daño mucho mayor que el beneficio teórico que pueda obtener de su actitud despótica, fruto de un poder que, no lo olvidemos, se basa en la ilegitimidad, ya que es impuesto a los ciudadanos. Hay que tener muy presente que, a pesar de la inicial cobardía de los gobiernos frente a esta potencia, hay muchos ciudadanos que no entendemos ni podemos aceptar la sumisión manifestada por nuestra clase política, que una vez más nos demuestra la frase del "todo vale"… aunque no sabemos para qué. No sería de extrañar que, en algún momento, como ya ocurrió en su día con Sudáfrica, se llegue a plantear un boicot a los productos chinos, lo cual traería mucho más perjuicio a su economía que lo que ahora pudiera estar obteniendo, por no hablar de la caída en el turismo que puede producirse por este motivo. Es una pena que sea el Deporte con mayúsculas el que deba sufrir las consecuencias de este cúmulo de desmanes de la ambición política de unos pocos. Porque no me cabe duda de que estos Juegos, como ya fueron antes otros, no van a caracterizarse por la normalidad, como ya hemos podido constatar por su problemático comienzo.

No se puede cerrar los ojos a ciertas cosas, no se puede mirar hacia otro lado indefinidamente cuando nos sentamos a cerrar nuestra balanza comercial, ni seguir contentando indefinidamente a los que emplean el dinero de sus divisas en actos tan miserables como los que estamos presenciando en Tíbet o en Sudán más todo lo que nunca llegaremos a conocer por el secretismo impuesto dentro de su propio país, pero que acaba revelándose cuando conocemos nuevos episodios de violaciones sistemáticas de los más elementales derechos humanos. No llevemos a sus últimos extremos aquello de "Que no sepa tu mano derecha lo que hace tu mano izquierda". Tengamos la conciencia tranquila en todo momento y que podamos tender nuestras manos sin vergüenza alguna.

China debe deponer esa actitud de atacar a todos aquellos que no le siguen el juego como guiñoles, hacer una profunda autocrítica de sus políticas en derechos humanos y sentarse a dialogar con el líder político y espiritual del Tíbet, el Dalai Lama. Todos estos gestos, acompañados por supuesto de acciones reales en el camino de la apertura social serían la prueba de que la elección de China ha sido un acierto.

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