Periféricos y algo más

Y lo peor de todo, es la estupidez de todos los que gustan comprar y llorar ese victimismo de los nacionalismos periféricos

Aveces se asumen roles, actitudes y monsergas sin más, tanto que las creemos y comemos según nos las mastican, siendo ausentes de su trasfondo. Pasa con los nacionalismos, tan de moda ahora. Me pregunto si unos son mejores que otros, o peores que los anteriores. Tan genérico interrogante haría que contestásemos que todos iguales. Y si es así, vuelvo a preguntarme, ahora en lo particular, por qué se ve con tan buenos ojos y se acaricia el lomo desde determinadas élites o sectores al nacionalismo vasco, o al nacionalismo catalán, por no hablar de otros que tienden a despuntar últimamente como el balear o el gallego, todos periféricos, y, en cambio, se menosprecia y se critica más no poder al nacionalismo español. Y no me refiero a la ultraderecha facha, ya sea española, catalana, vasca, gallega o balear. Sino al nacionalismo español. Que me lo explique alguien. A cuento del despiporre catalán de los últimos meses, estamos pudiendo comprobar cómo esos nacionalismos periféricos, hasta hace poco aletargados, están tomando forma y cuerpo, poco a poco, motivo más que suficiente para que nuestra sociedad, la española en su conjunto, recapacite en estos momentos de si esos movimientos o nuevas realidades son simplemente culturales y castrados de cualquier atisbo de supremacía o diferenciación, o engendran por desgracia un virus proteico y separatista de futuro. Creo que el sainete butifarrero nos ha mostrado que una política bien dirigida desde la mala intención -utilizando la educación y la propaganda con fines poco loables-, y mal observada desde el solo interés propio -comprando votos nacionalistas para calentar las posaderas en la Moncloa, sin más miras- a la larga es un gran problema. Y lo peor de todo, es la estupidez de todos los que gustan comprar y llorar ese victimismo de los nacionalismos periféricos, a cuento de su lengua, cultura y restos de nadas más, pero minusvaloran y descuidan su responsabilidad y obligación de también cuidar y hacer guardar su lengua, cultura y restos de nadas españolas, que son también la de los periféricos. Y es que, yo, como cualquier otro andaluz, por no llorar ninguna lengua, cultura ni nada más propio de esta tierra, a diferencia de los periféricos, ni tengo votos que vender en Madrid, ni nadie me llora desde otra parte de España, por lo que soy, somos, un cero a la izquierda. O ni eso. Y ya vamos estando hasta los cojinetes.

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