La tribuna

Jorge Rodriguez Mancera

Petróleo y crisis alimentaria

SE han prendido las alarmas en el mundo por los síntomas de una grave crisis alimentaria determinada por la escalada de precios y el desabastecimiento en alimentos básicos, fenómeno ocasionado por la demanda de nuevos y grandes consumidores, incluida la producción de biocombustibles para amortiguar el impacto de los altos precios del petróleo, mucho más pronunciados que los alcanzados en el Yonki-pur del 73, cuando los países árabes sorprendieron bélicamente a los israelíes y determinaron el embargo petrolero, robustecieron la OPEP para controlar los suministros al mercado internacional con el consiguiente efecto sobre los precios, elevados de menos de US$8 barril a más de US$40. En aquella oportunidad se volvieron a mirar las viejas tecnologías para mover los motores de los coches utilizando otros tipos de combustibles como el etanol y los aceites vegetales.

Con algunos ajustes tecnológicos al sistema motor para operar con los agrocombustibles, de menores precios, se empezó la sustitución del petróleo, y para su abastecimiento se destinaron producciones de caña de azúcar y oleaginosas y se desarrollaron nuevos proyectos agroindustriales para disponer de alcohol y aceites carburantes, como ocurrió en Brasil. Pero cuando los precios del petróleo se desinflaron, el interés por los combustibles vegetales también se desinfló y el análisis sobre sus implicaciones en la seguridad alimentaria del planeta, muy en boga por entonces, en especial para las poblaciones más pobres, se suspendió, porque el hambre de los desposeídos nunca ha sido una prioridad del mercado y los hallazgos y expectativas creados con la llamada "revolución verde" y más tarde con la manipulación genética de los transgénicos, se pensaba, traería una sobreproducción de alimentos.

Históricamente, el precio del crudo fue muy bajo por el manejo unilateral de las grandes compañías surgidas de la llamada Guerra del Petróleo, las conocidas como las Siete Hermanas, en asocio con la también oligopólica industria automotriz, aprovechando la ignorancia e indiferencia sobre el carácter de recurso no renovable del oro negro, así como la falta de capacidad técnica, económica y negociadora de los países dotados de reservorios importantes, satisfechos con las pequeñas dádivas en forma de regalías. Así se hizo posible un modelo de desarrollo y "progreso" para los países industrializados, basado en combustibles fósiles baratos para vehículos cuasi unipersonales, altamente ineficientes en términos energéticos y muy contaminantes del medio ambiente.

Hoy, cuando el petróleo ha vuelto a escalar sus precios superando los US$ 120 barril, de nuevo se viabiliza el uso de biocombustibles y con ello la utilización de los alimentos como materias primas para su producción, con efectos mucho más notables sobre su provisión para el consumo humano en términos de precio y disponibilidad, amenazando con una crisis alimentaria con visos alarmantes para vastas porciones de la población mundial. Pero ahora, a diferencia de los 70, el retorno a los bajos precios no parece tan evidente, por lo menos mientras se mantenga el mismo modelo de motorización, porque el consumo de vehículos está creciendo en forma exorbitante, acentuado por la adopción de este mismo modelo derrochador en China, India, Rusia y en el llamado tercer mundo. De otra parte, la explotación, producción y comercialización del crudo ya no depende esencialmente de las tradicionales grandes compañías, sino también de empresas nacionales de los países productores y de la OPEP, cuyos expertos tienen claro el carácter finito de sus reservas y, por ende, la necesidad de usar los precios para prolongarlas en el tiempo y resarcirse, en parte, por el despojo sufrido en un siglo de explotación irracional de su riqueza.

En estas condiciones, el resurgimiento de los biocombustibles es inevitable, por lo menos en el corto plazo, dada la imposibilidad de contar con tecnologías diferentes y satisfacer los intereses creados alrededor de los sectores económicos más poderosos del planeta, vinculados a las petroleras y a las automotrices, evidenciados en las palabras de un presidente de la GM en décadas pasadas: "Lo que es bueno para la GM lo es para los Estados Unidos."

Si bien esta alternativa ayudaría en la emergencia económica desatada por los altos precios del petróleo, su implantación traería aterradores efectos sobre las posibilidades de alimentar a buena parte de las gentes del planeta y más problemas estructurales en términos energéticos y ambientales, si no se diseñan estrategias apropiadas. De lo contrario asistiremos a la cruel paradoja de contemplar a unos cuantos llenando los tanques de sus coches mientras muchos millones de personas no pueden llenar sus estómagos.

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