Pictografía de la memoria

Un tiempo en que el prestigio de los sentires inefables atrae más que la aséptica maraña del juicio

La eclosión de la pictografía para enriquecer la expresión, no solo emocional, aun con el reto de la lexicalización ideográfica que acarrea, parece imparable. Vivimos tiempos en que la simplificación y la eficacia a la hora de difundir ideas o sensibilidades, tiende a imponerse al enojoso esfuerzo intelectivo de articular razones a través de un vocabulario limitado y saturado de acepciones equívocas. En un tiempo, además, en que el prestigio de los sentires inefables atrae más que la aséptica maraña del juicio; un tiempo adicto al simplismo ideológico, a la respuesta escueta y a que una imagen valga más que cien caracteres. Acaso sea esta la causa de la proliferación de emoticonos, figuritas o estampas que van invadiendo expresiva, casi imperceptible, pero implacablemente, no solo los móviles sino las calles, aeropuertos y hasta las puertas de los aseos: es un nuevo género de metalenguaje emblemático y con significado universal, carente de sonoridad pero de rigurosa eficacia informativa sustitutoria de la palabra. Sustitución que irá a más, en su designio de ampliar cada día los catálogos de garabatos que deberemos incorporar a nuestro código comunicativo para las tareas sociales más simples, como la entrar en el aseo adecuado. Aunque no es raro que genere recelo en esta cultura de tradición judeo cristiana que prestigió la voz como semen engendrador del mundo desde que dijo Dios, según el Génesis, exista la luz y la luz existió. Dando pie a gente como Borges, para especular que la palabra luz, fue previa a la luz misma y a cualquier otra creación: que el verbo fue el instrumento hacedor el mundo. Sutileza cabalista que omite empero casuísticas de otras civilizaciones, como la china, en la que no es improbable que aún antes que la palabra, se usara el signo, o incluso la caligrafía alegórica, como léxico elemental y más eficiente que la oralidad incipiente. Un léxico pictográfico y con miles años de antigüedad, predecesor del habla o expresión verbal, pero eficiente para informar sobre los asuntos importantes (la caza, la guerra) para aquellos pueblos y que según S. Leys, acabó conformando un idioma chino monosilábico y sin inflexiones. Reflexiones que recreé el otro día ante una viñeta de El Roto en la que la memoria de un fantoche exudaba sobre su frente gotas de sangre: y ya se no precisé ningún texto adicional para evocar el tipo de savia que rezuma del nacionalismo.

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