MAÑANA llegarán a las Islas Seychelles los 26 tripulantes del atunero Playa de Bakio, trece españoles y trece africanos, sanos y salvos. Unos piratas somalíes los secuestraron hace una semana y los han tratado bien: han cobrado por su liberación su tarifa más baja, que está entre el millón y los dos millones de dólares. La factura ha salido, según fuentes británicas, por unos 750.000 euros. Un despacho de abogados de Londres, de dudosa reputación, que se embolsa una comisión, ha mediado en el rescate.

Pirata podría ser sinónimo de bucanero o corsario. La diferencia es que los piratas románticos del Caribe no cumplían órdenes de ningún gobierno: eran bandidos, enemigos públicos, ladrones del mar; no buscaban influencia política, sino su propio beneficio. Entre los corsarios destaca Francis Drake, comerciante de esclavos del siglo XVI, saqueador por cuenta propia y la de su majestad británica, que le recompensó con el título de vicealmirante de la Marina Real, por sus continuos ataques a puertos y barcos españoles en América. Y prototipo del pirata genuino y auténtico es Barbanegra, personaje del XVIII, también inglés, qué se le va a hacer.

El concepto de piratería se aplica modernamente al uso y disfrute gratuito, vía internet, de bienes de la industria cultural, como música o cine. Un juego de niños, porque todavía hay corsarios y piratas de los de antes, y mares inseguros a pesar de que exista una doctrina del mar libre y unos derechos humanos cuya defensa es más frágil en océanos incontrolados.

Mario Gaviria explicaba ayer en La Vanguardia que los ataques de piratas en el Índico van destinados a desestabilizar y controlar cada vez más este océano, prolongación del Mar Rojo, en una reclamación de la soberanía islamista, frente a la esquilmación pesquera, el desarrollo turístico o la ruta del petróleo. Teoría que situaría a estos secuestradores en la categoría de corsarios, que actúan por cuenta de un imperialismo islamista, cada vez con más recursos para amedrentar a los ciudadanos y naciones libres. En casos como éste se echa de menos la existencia de un gobierno y una policía globales, de los que están muy lejos Naciones Unidas y la OTAN. Cuando el 11 de abril otros piratas somalíes liberaron a los pasajeros de un yate francés, una escuadrilla de helicópteros galos bombardeó a los secuestradores: mató a tres, detuvo a doce y recuperó el dinero. Que se sepa, el Gobierno español ha decidido adoptar una posición más discreta.

La literatura infantil ha contribuido a la imagen legendaria que tenemos de los piratas. Emilio Salgari, Sandokan, los tigres de Mompracem. Lo que me recuerda que también aquí, en la costa andaluza, hemos tenido corsarios que levantaron fortunas con una pretendida causa política. Hasta ganaban elecciones, nuestros piratas malayos.

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