TRATO de seguir atentamente la evolución de IU, sus crisis sucesivas y nunca cicatrizadas, y al final la conclusión es desesperanzadora: me he perdido. No hay manera de saber adónde va la coalición, qué estrategia mantiene, qué principios defiende más allá de las proclamas y las consignas a la contra.

Pensaba que el fracaso electoral que casi la deja fuera del Congreso de los Diputados iba a derivar en una vuelta a los orígenes, a aquel movimiento asambleario y participativo que hace casi un cuarto de siglo insufló aire fresco a la izquierda y concentró, sin las ataduras de un partido tradicional, a sensibilidades dispersas y maltratadas por un PSOE escorado al centro: ecologistas, feministas, sindicalistas, radicales...

Pero la catarsis presentida y necesaria ha quedado reducida a un ajuste de cuentas, otro más, entre el partido que inspiró e impulsó a Izquierda Unida (el PCE) y todos los que en algún momento han dejado de obedecer al aparato comunista que, por más señas, son en un ochenta por ciento ex militantes del PCE. Como una pelea entre recalcitrantes y arrepentidos. Una pelea reveladora de algo que siempre he sospechado: muchos de los que fundaron IU nunca creyeron en ella, siempre pensaron que respondía a un puro movimiento táctico encaminado a atraer a gentes progresistas y colocarlas bajo la tutela del PCE. Una simple correa de transmisión, sin autonomía, un apaño en tiempos de debilidad.

Todo el empeño de ahora sería, pues, limpiar IU de los Llamazares, Aguilar y otros elementos discordantes de la ortodoxia que dicta el PCE. Eso pensaba yo. Hasta que el comité provincial del PC de Sevilla ha acordado por unanimidad abrir un debate sobre la posibilidad de acudir a las futuras elecciones fuera de IU, con las siglas PCA, porque "Izquierda Unida no es suficiente para acometer los grandes cambios que necesita la sociedad". Es decir, como IU no tiene fuerza para ser vanguardia de los cambios, lo mejor es debilitarla aún más dividiendo sus escasos efectivos con otra lista electoral (y recuperando, de paso, las finanzas cedidas por el PCE a IU, que es otra de las madres del cordero).

Serán IU y PCE una suma de debilidades. Eso sí, en el PCE quedarán sólo los puros. Cada vez menos, pero dogmáticos a más no poder. Cómo serán estas criaturas que han rescatado una vieja norma en virtud de la cual aquellos miembros del PCE que pertenezcan a la corriente crítica de IU tendrán que abandonar la militancia comunista o serán expulsados. Y así va esta gente, de depuración en depuración hasta la extinción. Me recuerda lo que un dirigente del PC de El Salvador invitado por la Junta le contestó con toda sinceridad a Borbolla sobre la marcha de su partido: "Somos pocos, pero muy sectarios".

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