Poesía era él

En Almería la calle Miguel Hernández es también una pequeña calle casi anónima en un barrio perdido

Por desplumar arcángeles glaciales, por difundir su alma en los metales. Y por escribir muchas más cosas como estas. Entro en la librería y me encuentro como siempre con los grandes tomos, ladrillos de veinte por quince, con los que se podría hacer una casa. Sucumbe también Miguel Hernández a la gigantomanía de las editoriales. Se publica su poesía completa, corregida, limpiada, minuciosa y pulcramente ordenada. Se publica en un grueso libro de proporciones elefantíacas. Una aventura difícil en la que no está todo lo escrito ya que no están las cartas. Miguel Hernández fue el pariente pobre de la generación del 27. Y fue el pobre de la foto porque no vino de ascendientes con posibles, de señoritos y de universitarios. Y para más inri tuvo una muerte poco provechosa. Poco provechosa para sacar tajada política. No como otros. No lo digo yo, lo dijo Luis Rosales, ya lo sé, fue falangista, ya lo sé también fue poeta. Y amigo de Federico García Lorca. El partido comunista lleva cuarenta años sacando tajada política de Federico García Lorca. Ahora hay grandes avenidas que llevan el nombre del poeta granadino y calles en casi todas partes. En Almería la calle Miguel Hernández es también una pequeña calle casi anónima en un barrio perdido. Una calle sin alharacas, sin ese bombo y platillo, teatrillo que conlleva la mala poesía para hacerla inflada, como las palomitas del cine. Sin la poesía de circo y cabra subida a una silla. Miguel Hernández era un poeta rotundo y visionario, capaz de escribir la poesía del futuro en un mundo sin futuro para él mismo y menos para la poesía, mientras todos los de la foto, García Lorca incluido hacían la poesía del presente. Miguel Hernández escribía la poesía hecha de imágenes, insuperable, guiando un tribunal de tiburones, inexplicable, incomprensible, intraducible, remitida a un falso comentario de texto de bachilleratos, a una imposible interpretación, a una absurdo conteo de la métrica. En el mundo antiguo de tertulias y teatros, de escenarios y recitales de poesía con traje y pajarita, de fiestas, de estrenos, de periódicos, de automóviles y estilográficas de lujo, el poeta pobre de la foto, es decir, el que no salía en la foto, el poeta sin fotogenia cuché de alfombra roja es el que resurge en grandes tomos blancos apilados, como con dos guadañas eclipsadas, con dos cejas tiznadas y cortadas, de tiznar y cortar los corazones.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios