Hasta ahora tenia muy claro que la política se había convertido en una actividad performativa que había centrado su actividad en mantener unas siglas o emblemas más que en las ideas de cambio social que portaban dichas insignias inicialmente. Ya sabía que la evolución del concepto, desde su etimología, no tenía ahora nada que ver con la toma de decisiones para la gestión de un grupo social, sino en el control de los discursos para la manipulación social. Por desgracia, la política se había convertido en una actividad vinculada al poder que servía para mantener en un determinado estatus a los miembros de una organización llamada partido y para asegurar un mínimo de electorado. No obstante en estos últimos días he encontrado un nuevo registro bastante curioso, en este mundo de los emblemas, que me ha hecho pensar.
Más allá de la posibilidad de crear nuevos relatos creíbles con el fin de manipular a las masas, como hasta ahora, ciertos órganos partidistas han inventado lo que me gusta llamar política cuántica: de repente los discursos no dicen ni que sí ni que no en torno a una idea y significan una cosa y otra simultáneamente. Recordemos el gato de Schrödinger. Su creador planteó una paradoja formada por una caja cerrada en la que había un gato en su interior, una botella de gas venenoso, y una partícula radiactiva con el 50% de posibilidades de desintegrarse, liberando el gas y matando el gato. Siendo así, la probabilidad de que el gato muriera era del 50%.
Y eso significaba, según los principios de la mecánica cuántica, que hasta que no se abriera la caja el gato cuánticamente estaba vivo y muerto a la vez. Si llevamos esto a la supuesta declaración de independencia, de la que tanto se ha hablado estos días, podríamos afirmar que hasta que no se aclare cierto documento una región de este país ha declarado y no ha declarado la independencia, por lo que es independiente y no lo es cuánticamente. Retomando el hilo anterior, se ha inventado la política cuántica en la que nada es lo que parece y lo es a la vez. Ahora los discursos están encriptados y ofrecen argumentos cuánticos donde hay mucha ambigüedad. El problema es que esto tiene grandes peligros: la ilegalidad, el aumento de la manipulación social, y la renuncia al estado de derecho. Así que tengamos mucho cuidado porque la política cuántica deriva en entropía, es decir el caos.
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