La tribuna

José M. Domínguez Martínez

¿Pueden llegar a ser negativos los tipos?

EN un artículo reciente de El País de los Negocios, tan sugerente como provocativo, Ángel Berges y Pablo Guijarro planteaban la posibilidad de llegar a tipos de interés nominales (es decir, en los que se expresan normalmente las operaciones) "bajo cero". Se trata de una cuestión muy del gusto de los amantes de la Economía, que estimula la utilización de un amplio arsenal analítico y, sobre todo, agudiza la capacidad de razonamiento. En los momentos actuales, cuando el tipo de interés del Banco Central Europeo está fijado en el 2%, con expectativas de bajada, y la Reserva Federal estadounidense aplica tipos comprendidos entre el 0 y el 0,25%, dicha situación podría cobrar ciertos visos de verosimilitud. ¿Es posible, en definitiva, que el tipo de interés llegue a ser negativo?

Antes de entrar a efectuar consideraciones de orden práctico, siempre es útil acudir a las enseñanzas ofrecidas por la teoría económica. Lo primero que ésta nos dice es que el tipo de interés viene a medir cómo valora una persona el consumo futuro respecto al consumo presente de bienes. Como en muchos otros aspectos, cada uno de nosotros puede tener distintas opiniones y preferencias individuales. Mientras más valore una persona disfrutar de los bienes en la actualidad, habrá que ofrecerle un mayor tipo de interés para que acepte aplazar el consumo de los bienes a un momento futuro. Pero nada impediría que una persona tuviese una acusada preferencia por el futuro y estuviese dispuesta a cambiar 100 euros de ahora por 98 dentro de un año.

Los economistas, sin embargo, tratan de identificar unas pautas de comportamiento que respondan a una serie de supuestos como el de racionalidad económica. Así, consideran que, con carácter general, existe una preferencia pura por el tiempo: en igualdad de condiciones, siempre es mejor tener algo ahora que en el futuro (podría hablarse de "impaciencia" o de "más vale pájaro en mano..."). En resumidas cuentas, la teoría económica predice que el tipo de interés debe ser positivo, lo que significa simplemente que los bienes presentes son más valiosos que los futuros y que, para hacer una comparación homogénea, estos últimos deben ser descontados con dicho tipo de interés. Es la situación habitual, como es sobradamente sabido, que encontramos en el mercado.

¿Significa lo anterior que no pueden existir tipos de interés negativos? Si pensamos en algunas situaciones de la realidad, veremos que no es así. Por ejemplo, si el tipo de interés del ahorro es del 2% anual y la tasa de inflación del 3% anual, el tipo de interés real (descontada la inflación) que obtendría un ahorrador sería del -1%, y aún sería más negativo si incluyéramos el efecto del impuesto sobre la renta (concretamente, del -1,36%, con un tipo de gravamen del 18%). Alguien podría señalar (con bastante razón) que se produce una situación absurda, ya que no ha merecido mucho la pena el sacrificio del ahorro. Sin embargo, para una persona que no tuviera problema en mantener el ahorro, su decisión habría sido mejor que dejar el dinero debajo del colchón (donde habría obtenido un "rendimiento" del -3%).

De forma simétrica, si una persona puede endeudarse a un tipo de interés inferior a la tasa de inflación (aún más si se beneficia de ayudas fiscales ligadas al endeudamiento), estaría disfrutando de un préstamo a un tipo de interés negativo. Pagaría en concepto de interés menos de lo que tendría que pagar simplemente para devolver el importe del capital en términos reales, a fin de compensar la pérdida de valor adquisitivo del dinero. Supongamos que el tipo de interés es nulo y que la tasa de inflación es del 3% anual. Si una persona toma prestados 100 euros a un año, en teoría debería devolver 103 al cabo de un año para compensar el efecto de la inflación. Si en la práctica el tipo de interés fuese del 2%, pagaría 2 euros de intereses, con lo que estaría afrontando un tipo de interés real del -1%.

Con independencia de este tipo de situaciones, cabe la posibilidad de que una institución pública ofrezca títulos con un tipo de interés "bajo cero"; es decir, que cobre realmente una especie de comisión por custodiar los fondos. ¿Qué podría llevar a una persona a invertir en esos títulos aparentemente ruinosos, esto es, a entregar 100 euros y recuperar, por ejemplo, 95? En una situación de inestabilidad financiera, puede que en otras inversiones no tuviera la garantía de recuperar el dinero y/o que, si lo deja ocioso, su propia moneda se deteriore por una depreciación o por la inflación.

Ahora bien, si alguien piensa que la situación se puede reproducir para una entidad prestamista, más vale que descarte la posible expectativa: parece poco probable que algún banco esté dispuesto (voluntariamente) a concedernos un crédito, no cobrarnos interés y, además, darnos una prima adicional. Una cosa son los razonamientos económicos y otra los milagros.

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