HOY martes queda ya muy lejana esa derrota por 1-2 en casa frente a Osasuna. Me alegra que el partido fuese el viernes. Así, desde esta columna, me será más fácil analizar la catástrofe sin el calentón del momento. Lo que voy a plasmar aquí es prácticamente lo mismo que pensaba hace cuatro días a eso de las once de la noche, aunque algo más suavizado.

Me gustaría que Alfonso García saliera a la palestra y explicara qué pretendía conseguir en verano con todo esto. Lograr un ascenso es algo tan complicado que no me entra en la cabeza no darlo todo para construir un equipo de garantías que luche por continuar en Primera un año más. Porque el presidente, por mucho que se empeñe en decir lo contrario, no lo ha dado todo.

Resulta contradictorio que se escude en las limitaciones económicas del club a la hora de fichar pero que, en cambio, no intente sacar tajada de la marcha de Ustari o Pellerano a mitad de la temporada. Resulta incomprensible que tanto él como su director deportivo, Alberto Benito, dejasen pasar el mercado invernal sin traer absolutamente a nadie que mejorase la plantilla. Es cierto que los jugadores han dado la sensación, en muchas ocasiones, de no dejarse la piel en el terreno de juego, y ahí el culpable es Francisco, pero el entrenador no tiene nada que ver en la confección de este vestuario.

Cuando acabó el partido ante Osasuna, y mientras echaba un ojo a las opiniones de la gente por Twitter, me pregunté qué habíamos hecho mal en Almería para sufrir a algunos jugadores en nuestro equipo. No es justo. Ascender es demasiado duro como para volver al año siguiente al pozo. Sé que nuestro objetivo es la salvación y para alcanzarla hay que sufrir, pero el problema es que este equipo nos da muy pocos argumentos para creer.

Si Alfonso García ha perdido la ilusión, que lo diga y que se marche, pero que no nos la quite a los nueve mil que nos damos cita en las gradas del Estadio de los Juegos Mediterráneos cada dos domingos. Ojalá nos salvemos, pero si este verano va a ser igual que el anterior, no sé si merecerá la pena.