Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Roca o la coherencia

ES un espectáculo aleccionador observar y escuchar las explicaciones del hombre que, en los dos últimos años, ha encarnado la infamia, el sujeto al que se atribuyen fechorías que nos han abochornado puntual y gozosamente (siempre se obtiene un hilo de complacencia al conocer las peripecias del bandolerismo) y que amasa una fortuna cuyo mero cálculo aturde (aturde porque cometemos la ingenuidad de ponernos en el lugar del millonario). Yo, como la mayoría de los que hemos seguido puntualmente el relato de los supuestos latrocinios de la Operación Malaya, no conocía en vivo a Roca, aunque durante dos años hemos diseccionado su existencia y conocido meticulosamente la parte más secreta de su actividad como asesor de Urbanismo de Marbella. Incluso, sin haber escuchado su voz, hemos repasado sus conversaciones telefónicas privadas y el catálogo de sus amistades peligrosas.

A lo sumo, a Juan Antonio Roca lo habíamos entrevisto, medio tapado por la furgoneta celular, a la entrada o salida de los juzgados. Al verlo en vivo es inevitable hacer un serio ejercicio de contraposición entre el tipo que nos habla a las puertas de la cárcel de Albolote y el personaje imaginario fabricado a partir de los múltiples recortes que hemos ido reuniendo de periódicos, archivos y sumarios judiciales. Ese juego de confrotaciones es siempre decepcionante.

Pues bien, Roca ha salido de la cárcel en libertad provisional, y con un millón de euros fiados, y lo primero que ha hecho es pedir "coherencia" a los partidos. Podría haber pedido piedad o ecuanimidad o comprensión, pero ha pedido coherencia. No es desatinado. Roca es un personaje congruente. En general la moral del villano suele ser más acorde y equilibrada que la moral del virtuoso. A lo sumo, el sospechoso puede sentir una pasajera debilidad por la decencia, pero es una caída perdonable. ¡Quién va a afearle su conducta por abrazar el bien!

Pero es que, por añadidura, la complicadadísima estructura que, según el juez, Roca fabricó para devastar el Ayuntamiento de Marbella es una formidable obra de arquitectura construida con absoluta coherencia, no sólo con los pesos y medidas de los materiales de la armazón, sino con arreglo a los inmensos agujeros y la despreocupación que han caracterizado la gestión del urbanismo municipal no sólo marbellí. Roca, digamos, fue coherente también con la conducta negligente de muchos ayuntamientos que han contribuido a la especulación y a asolar el territorio. Y como colofón a esa coherencia, ha pedido volver a su puesto de asesor de Urbanismo para continuar en el punto donde fue interrumpido.

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