La esfera

Ignacio Ortega

Saharauis, hijos de la nube

PRONTO serán noticias en nuestra provincia "los hijos de la nube", como así se llaman, procedentes de un pedazo de tierra estéril y yerma en el que sobreviven. La solidaridad de cientos de familias almerienses tenderá este junio una alfombra mágica para que lleguen hasta nosotros estos niños apátridas.

Este pueblo ha sido noticia treinta y dos años y hoy vuelven a serlo porque, desde hace varia semanas, se vienen concentrando a las puertas del Registro Civil de Córdoba numerosas personas de origen saharaui que, amparados en varias sentencias del Tribunal Supremo, quieren tramitar sus expedientes de consolidación de nacionalidad española, reclamando sus derechos de viejos ciudadanos de la antigua colonia española.

Y reclaman porque exigen un mar arrebatado e incomprensiblemente arrojados a ese otro mar del desierto y la memoria histórica. Muchos de ellos nacieron en las ciudades costeras. Sus nombres aún resuenan en nuestra memoria después de treinta y dos años, cuando el maestro nos grababa a sangre los nombres de las provincias españolas junto a las ciudades de El Aaiún, Villa Cisneros o Tarfaya. Aprendimos de carrerilla los nombres de Cabo Bojador y Cabo Blanco al mismo tiempo que situábamos con un puntero sobre el mapa de España el Cabo de Gata en Almería, Machichaco en Vizcaya y Creus en Barcelona, junto a las riquezas mineras del carbón de Asturias, los altos hornos de Bilbao y los fosfatos de Bu-Craa en el Sahara.Probablemente esos que reclaman a las puertas del Registro Civil de Córdoba sean los mismos niños que hoy siguen reteniendo ese mar de su niñez en la memoria y ahora es ya imposible imaginarse el mar en un lugar donde el agua es apenas una quimera. Cuando lleguen a nuestra provincia, de la mano del programa "Vacaciones en Paz", preguntarán siempre si este mar nuestro es su mar. Y pudo haberlo sido. Pero su mar es ahora el desierto. Con arena en vez de agua, de una inmensidad inabarcable, que se pierde en el horizonte. Y las olas romperán cada año en la orilla con una cadencia de adioses peregrinos que humedecerán para siempre, cada vez que parten de vuelta a su mar, nuestro corazón. Sobre ellos pesa la herencia de una situación irresuelta que se mueve entre la apatridia y la nacionalidad española. Muchos de los que reclaman siguen hablando español y se sienten también españoles. Ellos me dicen que no se puede traicionar dos veces al mismo pueblo, no se debe. Y piden que España, que fue parte del problema, sea hoy parte de la solución. Una solución que permita a esos "hijos de la nube" volver a su origen: que esa nube que los amadrina los deposite por fin a la orilla de aquel mar que un día les arrebataron.

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