Salmerón catalanista

Los orígenes del catalanismo son misteriosos. No son tan claros como los del vasco. La identidad está de fondo

De la historia almeriense siempre quedan flecos y rasgos dignos de mención, y aunque lo que voy a mencionar hoy no es la primera vez que ocupa líneas en uno de mis artículos me resulta atractivo por los tiempos que corren. En otra ocasión dejé constancia del problema de Nicolás Salmerón para representar a su propia tierra en las cortes, a consecuencia del caciquismo almeriense de su momento histórico, que se lo impidió de forma vehemente. En su lugar fueron Badajoz y Cataluña, en diferentes tiempos, las que si accedieron a que Salmerón las representara en el congreso. De este proceso surgieron conductas inesperadas por parte del mismo Salmerón pero que dejaron constancia de su profunda solidaridad con quienes le acogieron políticamente. En ese preciso instante surgió el rasgo que acapara todo mi interés y que deseo mostrar a los lectores. A ver: siendo anciano fue el presidente de la coalición "Solidaridad Catalana" que se formó en mayo del 1906, como respuesta a la ley de jurisdicciones. El equipo estaba formado por los republicanos y los catalanistas (la Lliga Regionalista, la Unió Catalanista, el Centre Nacionalista Republicá CNC, los Carlistas Catalanes y el Partido Integrista). Esa coalición tuvo muchos éxitos: convocaron manifestaciones multitudinarias como la del 20 de mayo de 1906 a la que acudieron 200.00 personas; y por otro lado sirvieron como trampolín para que el catalanismo se extendiera. En 1907 se hicieron notar aún más en las elecciones de abril. En esos comicios obtuvieron 41 de los 44 escaños. Sin duda, tras esta coalición, ya nada sería igual en la vida política catalana, en los gobiernos de Madrid y en la Corona. Aquellos acontecimientos sirvieron para que la cuestión catalana se tuviera en cuenta en la vida política española. Habida cuenta de todo lo narrado, es fácil entrever que la solidaridad de Salmerón con los catalanes le costó entonces respuestas satíricas en la prensa y el calificativo de antipatriota. No iba a ser menos. No obstante no voy a enjuiciar al maestro, siendo como soy apátrida, sino a expresar esta circunstancia como muestra de que la historia es más curiosa de lo que parece y que los orígenes del catalanismo aun son misteriosos. No son tan claros como los del nacionalismo vasco. En todo caso el maestro consideró que tenía que estar allí y asumir aquel papel. Yo, sin duda, lo respeto. Faltaría más.

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