El callejón del gato

Semana Santa

El martes santo volcó la embarcación en la que navegaban 33 personas, tres perdieron la vida

Alucinaría si levantara la cabeza, o si volviera a bajar de los cielos, según se mire. Me estoy refiriendo, claro está, a Jesús de Nazaret, personaje histórico para unos, o el mismo Dios hecho hombre para los que profesan la fe cristiana. Como hombre comprometido, de procedencia humilde y luchador en beneficio de los oprimidos, que arriesgó el pellejo hasta sufrir condena, persecución y muerte en una cruz, que era lo habitual en aquellos tiempos para dar escarmiento a los rebeldes, no entendería que su persona se hubiera identificado nada menos que con Dios, Creador del Universo, y que, debido a ello, se celebrara su pasión y muerte de semejante manera. Pero en fin, en este caso, tratándose de un ser mortal, se marchó sin poder imaginar lo que daría de sí su paso por la Tierra y de ahí no pasa la cosa. Pero si tal y como entienden los cristianos, Jesús de Nazaret es el hijo de Dios que bajó a la tierra, se hizo hombre, y soportó la tortura que señalan sus seguidores enfrentándose al poder en beneficio de los más humildes, no daría crédito a la extraña manera de conmemorar su pasión y muerte. Un sacrificio inútil cuando viera su imagen convertida en un icono policromado rodeado de oropeles y la de su madre enjoyada hasta lo inverosímil, con manto bordado en plata y oro, desfilando en tronos sobrecargados de flores y ornamentos barrocos, mientras la verdadera tragedia se desarrolla en el mar de Alborán. Entorno a su imagen, sacerdotes investidos con lujosas capas, representantes del poder portadores de cetros, señoras ataviadas con mantillas de encaje, un séquito de encapuchados desfilando en procesión y una muchedumbre rodeando el cortejo cuando a la vuelta de la esquina del paso de los tronos, está la otra pasión que nadie ve. Vienen en pateras huyendo de la miseria, algunos llegan a la orilla, otros se quedan en el camino. No ha habido un día de esta Semana Santa tan radiante y bulliciosa, que no hayan arribado a nuestras costas andaluzas inmigrantes apiñados en funestas embarcaciones jugándose la vida. El martes santo mientras se representaba el drama de la pasión por las calles de Almería a bombo y platillo, volcó la embarcación en la que navegaban 33 personas, 30 consiguieron salvar la vida, una niña de 10 años y una mujer murieron en el intento, y el cuerpo de un hombre fue hallado sin vida un día después. Pendientes de las solemnes ceremonias que celebran la pasión de Jesucristo, apenas se notó.

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