Señores, vamos terminando

Resultan desesperantes ya los malabarismos lingüísticos, o las posverdades malintencionadas, lanzados día sí, y otro también

Algo tan cotidiano, y resulta que es una muestra muy representativa de las relaciones personales, con independencia del escenario en el que tengan lugar, e incluso de sus protagonistas. Le habrá sucedido alguna vez que se ha visto sentado frente a un trabajador de banca, a la postre un comercial si lo identificamos por la labor que desempeña, por mucho nombre imaginativo que den a las categorías y puestos que ocupan. Gestor de clientes, técnico de productos, etc. Nunca he sabido si esa verborrea grandilocuente viene motivada por la intención de hacer crecer egos, es postureo empresarial, o simplemente es tontura cosmopolita. Y habrá sucedido que ese banquero le hablaba, y hablaba, sin parar. La hora del almuerzo, y seguía hablando. Un pozo sin fondo. Bla, bla, bla. Que si las bondades del servicio, que si las ventajas en los costes. Parece interminable. Cuerpo presente, pero la mente viajando por su cuenta. Y no queda otra que poner cara de interesado, con la reciprocidad propia del que agradece, todo para no resultar descortés ante aquella estudiada y profesional amabilidad. Pero llega el momento en el que, a pesar de esa rebuscada predisposición del comercial, y dado que resulta necesario continuar con los quehaceres y responsabilidades diarias, o porque se sobrepasan los límites de la paciencia y saber estar, se llega a cortar por lo sano, haciéndole saber a tu "interlocutor" que la conversación ha acabado. Finito. Se puede ser más o menos brusco, más o menos simpático, pero llegado el momento, hay que parar. Y eso mismo es lo que hoy sábado, mientras lee estas opiniones, estará haciendo el Gobierno de España, reunido en Consejo de Ministros. O eso esperan muchos. Paralizar la espiral secesionista de Puigemont y cía, retornar a la cordura democrática. Resulta cansino ya ese peloteo de cartitas de amor y odio, de misivas prometiendo diálogo (¿de qué?) y cofrecitos guardando la daga amenazadora del DUI, la cual, jugando con sus letras, nada tiene de profiláctico. Deberían saberlo los independentistas. Resulta desesperante ya los malabarismos lingüísticos, o las posverdades malintencionadas, lanzados día sí, y otro también, desde un nacionalismo victimista que está alejado de la realidad, jurídica y social. Ya es momento de frenar. Siendo comedidos, sosegadamente, explicándose, unidos, pero hay que ir parando la máquina. Después, ya se hablará de lo que sea, y proceda.

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