NUNCA en lo que va de temporada el Vera había mostrado este perfil. Atrevido, mandón, preciso, profundo, no ese sucedáneo que había ofrecido a comienzos. Después de mucho penar, resulta que ahora al Vera se le nota más suelto, menos acogotado, más tranquilo y paciente. Ha aprendido a esperar, no pierde la confianza ni la serenidad. Se acoraza atrás, controla el juego y golpea para matar. Chupe, Tenorio y Antonio José son clave. Sebas, Víctor y José Moreno, espléndidos tapones y descorchando el juego, mientras que Gregorio guarda la llave. Cualquier intento de filtración se encuentra con el guardaespaldas guineano, contundente y pausado. Sin olvidarnos de Juanma, que se revuelve como una ametralladora y taladra al golpear el balón. El equipo anduvo en casa ajena durante todo el año, quizás el punto más flaco por no saber si tan siquiera en que campo entrenaría. Pero una vez de vuelta, encontró un tesoro psicológico en su recuperación de posiciones en la tabla y en un campo con fama de Coliseum Romano casi inexpugnable. Floro Garrido cualquier día saldrá con un laurel en la cabeza. ¡¡Ave Floro, Ave Barea!!