Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Sucesiones, por fin

El impuesto que grava el patrimonio que recibe quien hereda se basa en que toda transmisión debe ser objeto de gravamen. Sucede que, por lo general, los padres se dedican a constituir tal patrimonio a lo largo de su vida para dejárselo a sus hijos, pagando los diversos impuestos que existen por la compra y tenencia de casas y otros bienes, y ahorrando con el producto de su trabajo, también sujeto a impuestos. Sólo por el hecho de que la familia ya ha pagado al Estado por ello, no debe obligársela a pagar de nuevo cuando fallezca quien ahorró y cotizó con tal propósito. En muchos casos, el heredero no tiene efectivo ni forma de generarlo para pagar cuando muere su padre o madre. Herederos para quienes recibir lo que sus mayores crearon para ellos -quién sabe si equivocadamente- es un problema, hasta verse ante la tragedia de tener que renunciar a lo que es suyo. Si es que no es suficiente el hecho de ser una unidad familiar en origen no debiera implicar ya la exención del impuesto mortis causa.

Esto es técnicamente opinable, pero no lo es que resulta discriminatorio que el impuesto llamado de Sucesiones se pague en unos sitios y no en otros dentro de un mismo país. Y que, encima, se pague en las comunidades menos ricas y viceversa. En Andalucía, por ejemplo, se nos ha justificado su existencia con el peregrino argumento de que es progresista; o sea, que hace pagar a los ricos y exime a los pobres. Pura demagogia: los ricos de verdad no suelen pagar o pagan poco, y el hecho de que haya tanto pobre -votante- que no pague no es más que un síntoma de pobreza. Por tanto, pagan los incautos, los desavisados, los mal asesorados, las hormiguitas de la clase media trabajadora y aquellos -sus hijos- que han dado a la sociedad más riqueza de lo que han recibido. Por fin, la Junta de Andalucía ha establecido una importante bonificación o exención de este tributo injusto o, ya en fino, asimétrico. A regañadientes y por mantener el poder parlamentario y ejecutivo. Nadie resarcirá a quienes han pagado hasta ayer. No haberse muerto tan pronto, señor mío; haber esperado a 2018, señora.

Ahora queda ver cómo va a cuadrar el Gobierno autonómico sus presupuestos: de dónde va a sacar el dinero que va a dejar de ingresar por este concepto. Se admiten apuestas. Sólo podemos tener la certeza de que será con otros impuestos o con tasas. A quien Susana se la dé, que San Pedro, al lado de tus mayores ausentes, se la bendiga (aunque, con bendiciones como éstas por venir, quién quiere maldiciones).

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