Susana no es Felipe, ni Andalucía España

No estaría mal que en su plan partidista recapaciten sobre cómo actualizar el concepto de socialdemocracia

Uno de abril de dos mil diecisiete. Hay líderes políticos que sólo quieren ganar, y líderes que quieren hacer algo, además de ganar. Esta debería ser la entradilla a utilizar en su cuaderno de campaña por los dos aspirantes al puesto de Secretario General del PSOE. Susana y Pedro, porque al aizcolari de Baracaldo podemos darlo ya por amortizado antes de empezar. En su último libro, recomendable lectura de sobremesa, la periodista italiana Daria Bignardi asevera que el amor hay que merecerlo, y esa misma afirmación valdría también para el cargo orgánico que ambos contrincantes esperan. La secretaría merecería algo más que un simple deseo para enfermar de titulitis, o morir en el vómito de las mieles de la revancha, que es lo único que se desprende en sus arranques. No estaría mal que en su plan de negocio partidista recapacitasen primero sobre cómo actualizar el concepto de socialdemocracia que hasta anteayer fundían con su socialismo programático, razón de su existencia, heredado de eras reformistas pasadas y que tiempo ha deambula sin rumbo, cual bola de pinball. Y después, todo lo demás. Porque, siendo tan necesario, ni Pedro hizo nada al respecto en su etapa de mandamás nacional del partido rojo, ni en la taifa andalusí se le ha visto a Susana hacer amago alguno de "hincarla" a tal fin, por más golpes de pecho que se dé, envueltos en ecos de hojalata. Sin desmerecer las posibilidades de Sánchez, que pareciera tenerlas, al menos observando el entusiasmo de los militantes de base menos apegados a la aristocracia, peloteo y babuchismo del partido, realmente el marketing desplegado por Díaz, a nivel mediático y con los barones territoriales, pronostica un claro triunfo. Tortuga contra liebre. Aunque un consejo de mucho valor, pero que no tiene precio. Si como proclamaba el susanismo en su puesta de largo el pasado domingo, los socialistas necesitan un partido que gane a Rajoy, deberían tener muy presente que, ni Susana es Felipe González, ni Andalucía es España. Pies en la tierra, y parafraseando a Becquer, ni las viejas glorias felipistas en su balcón volverán sus nidos a colgar con Díaz, ni las victorias de los ochenta con sus alas tienen por qué volver a llamar sus cristales otra vez con ella. Felipe fue Felipe, en sus tiempos y con sus circunstancias. Y los andaluces, también con nuestras circunstancias e idiosincrasia, somos españoles, pero no somos los españoles.

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