LA Federación Española de fútbol anda con ganas de premiar con una plaza de Champions League al ínclito Enrique Cerezo, amigo hasta donde haga falta de Ángel María Villar en esa carrera pestilente y de locos por intentar perpetuar al vizcaíno en la presidencia del ente federativo, al que dio su voto para retrasar las elecciones y desde entonces cada partido del Atlético de Madrid es un sainete en lo arbitral. Los colegiados por su parte han reparado en que el Kun Agüero dentro de muy poco dejara de ser un niño malcriado para convertirse en estrella del fútbol y quieren reconciliarse lo antes posible con el argentino después de manos, chapuzones y un recital de malos modos, en fin, y el Almería pasaba por allí. Los rojiblancos han cerrado en el Calderón un curioso y negro ciclo por los campos grandes de España acumulando derrotas, goles en contra y expulsiones entre escándalos arbitrales a los que en esta ocasión se ha querido sumar el sumiso y taciturno Pérez Burrull. Lo peor a estas alturas y con el equipo salvado de peligro no es un nuevo atraco o los seis goles encajado, al menos para mí no lo es, lo más difícil de digerir es que todos se rían, Lázaro Albarracín en el palco, el Kun y Diego Forlán en el campo, Pernía con el árbitro camino de los vestuarios y hasta las dos presentadoras del incalificable programa deportivo de Canal Sur, todos ríen, nadie hace nada.