Ni flores

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The longest Journey

LO está haciendo por la paz mundial? ¿Por la gente sin hogar? ¿Lo hace por los derechos de la mujer? ¿Por el medio ambiente? ¿Por los animales? ¿Por qué lo está haciendo?... A esta sarta de preguntas el bueno de Forrest Gump contestaba con un sencillo: "Tenía ganas de correr". A Forrest le sorprendía que la gente no pudiera entender que alguien corriese tanto sin ningún motivo especial.

Así ha debido sentirse Christoph Rehage, un joven alemán, que un día decidió que era una buena idea caminar de vuelta hasta su casa desde China, donde se encontraba estudiando. Hacía unos años ya había caminado desde París a Alemania, pero pensó que también podía cruzar Asia entera a pata durante dos años. ¿Por qué le dio el punto? Pues simplemente porque el chaval quería experimentar cosas nuevas.

No pudo completar la odisea, pero aún así recorrió una distancia de 4.646 kilómetros en casi un año, hasta que por las condiciones climatológicas y motivos personales, un buen día decidió cortarse el pelo, afeitarse la barba y coger un avión. Quiso recuperar su vida y "eliminar al tirano" que dentro de él le decía lo que tenía que hacer. Muy bien no parece estar, todo hay que decirlo.

Se enfrentó a tormentas de arena, a comer pene de burro... pero de todo esto me quedo con su encontronazo con el Maestro Xie, un chino que camina igualmente sin motivo alguno por su país desde 1982. Y es lo que tiene cuando vas caminando por el desierto del Gobi pensando en tus cosas, que te cruzas seguro con un tío que no mide la distancia en kilómetros (ni se sabe cuántos llevará después de más de treinta años), sino en tiempo y que no camina por nada, ni pretende demostrar nada, ni experimentar nada. Él simplemente camina. Un día le dijo a Christoph: "¡Tú hiciste tus propias reglas del juego, tú eres dueño del juego!". Chúpate esa, señor Miyagi.

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